Cúcuta y tensión fronteriza: una crisis económica que no es nueva


La dramática expulsión de los colombianos residentes en la frontera de Venezuela ha puesto los ojos del país en Cúcuta, una de las tantas zonas olvidadas de Colombia. Los problemas de desempleo, contrabando y pobreza que han salido a la luz en la última semana no son parte de un escándalo social reciente sino la manifestación de un problema socioeconómico estructural que padece esa zona del país. Por ejemplo, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Cúcuta fue la ciudad que registró la segunda tasa más alta de desempleo durante el mes de junio, con 14%. Es decir, un indicador de dos dígitos que debería preocupar a cualquier economía.

Para Iván Daniel Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, “Cúcuta suele encabezar las cifras de desempleo del país; incluso en algunas oportunidades ha presentado el doble de tasa de desocupación que el promedio nacional. Y podría ser mucho más, debido a que los datos oficiales no reflejan la realidad del rebusque que enfrenta esta población. La tasa de ocupación del DANE se mide por medio de encuestas. Si una persona trabaja una semana y responde las entrevistas de esta entidad aparece como empleada, pero no necesariamente se muestra que estuvo desempleada las otras tres semanas del mes”.

El experto advierte que la realidad del trabajo en la frontera es más compleja de lo que parece: “Muchos de los residentes de Colombia trabajan en Táchira (Venezuela), y una parte importante de venezolanos trabajan en Colombia. Existe una simbiosis entre ambos mercados laborales y las tensiones dejan al descubierto esta problemática. Y, como si no fuera suficiente, están los problemas de informalidad, que supera el 80%. Al igual que la gran cantidad de personas que emplea las actividades ilegales, como el contrabando”.

Una de las labores que, por su rentabilidad, se convierte en una importante fuente de empleo en la zona fronteriza es precisamente el contrabando de gasolina, otro problema que tampoco es nuevo y con el cual las autoridades venezolanas han manifestado su inconformidad. Álvaro Younes, presidente de Fedispetrol, gremio que reúne a los distribuidores minoristas de combustibles, explica que “el contrabando de gasolina en la frontera por parte de los llamados ‘pimpineros’ viene desde mucho antes del último cierre de la frontera. Varios Gobiernos se han tenido que enfrentar a esta problemática, pues es una actividad que genera costos importantes. Hay estimaciones que indican que este tipo de contrabando movería hasta 20.000 galones de gasolina al día. Y aunque hace dos meses se aprobó la Ley Anticontrabando, todavía es temprano para decir si la medida ha servido para reducir la delincuencia en Cúcuta”.

La violencia y las restricciones en salud, educación y empleo en Colombia han sido el estímulo para que la frontera se haya convertido en una bomba de tiempo para ambos países. Según uno de los analistas consultados por El Espectador, muchos de los ciudadanos han preferido cruzar al país vecino en busca de seguridad, sin importar las condiciones en las que tengan que iniciar su nueva vida. Se trataría de más de 200.000 personas que poco a pocos se han ido instalando allí y recibido servicios de salud y educación. Los rostros que los colombianos han visto en los medios de comunicación en los últimos días son los de las personas que huyeron en busca de una mejor vida.

A ellas se les endosa hoy la responsabilidad de la crisis de la economía venezolana, en especial del contrabando y de la devaluación de la tasa de cambio. Sin embargo, la decisión del Ejecutivo del país vecino de subsidiar los productos finales es una medida fuertemente criticada porque promueve el contrabando. La reducción del precio de un bien lo vuelve más propenso a ser comercializado en Colombia, donde su precio es superior. Un conflicto similar al que existe en la frontera triple de Brasil, Argentina y Paraguay.

El economista venezolano José Toro Hardy considera que esta situación se va a arreglar en el corto plazo, pero advierte que la realidad es que en definitiva va a afectar a su país. “El comercio entre los dos países es vital. Venezuela es deficitaria en alimentos y buena parte de los productos que requiere provienen de Colombia. Este cierre de frontera puede agravar el abastecimiento de alimentos y la escasez creciente”.

Con frontera abierta o cerrada el desgaste de las relaciones comerciales entre los dos países es evidente. De acuerdo con el profesor Giovanni Reyes, de la Universidad del Rosario, el intercambio bilateral ha caído “ostensiblemente”, pasando de representar US$3.500 millones anuales en 2006 a US$1.800 millones en la actualidad. La cifra ha afectado, principalmente, a los exportadores colombianos.

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