El cierre cobra la vida nocturna de la frontera


A viajeros, estudiantes y trabajadores los sorprendió el bloqueo militarizado de la frontera el lunes en la noche, pues pensaron que solo iban a prohibir el paso de vehículos.


Belkis García baja preocupada a preguntarle a su cajera cuánto se ha vendido en la noche. Ella no quisiera acostumbrarse, pero ya lleva cinco días en los que sus cálculos le marcan cifras en rojo. Por día está acumulando disminuciones del 70%.

Las vitrinas llenas de comida y las mesas solas sobre las 10:00 de la noche del viernes enmarcan un panorama al que no está acostumbrada e insiste, que lo peor está por venir.

Ella es la administradora del restaurante de comidas rápidas y tradicionales Texas, en San Antonio. La especialidad de este establecimiento son las arepas, cuyos precios no superan los 80 bolívares fuertes ($1.920).

Precisamente son los bajos precios los que atraen a los colombianos a este sitio que cumple 30 años en el municipio fronterizo. El cierre nocturno de la frontera les ha espantado a los clientes de los comercios del vecino país, los que según ella, sostienen su establecimiento.

Lo preocupante para Belkis es que con la medida del Gobierno venezolano sus ventas se han ido a pique, al punto que está pensando en recortar personal. Los desolados pasillos la llevaron a pasar la hora de cierre de 11:30 de la noche (hora venezolana) a 10:30 de la noche, pues como dice angustiada, ya no hay a quién venderle.

Luego de doce cuadras, se encuentra la plazoleta de comidas Kids Park. El camino a este lugar tiene muy poca iluminación, producto del déficit de energía del país bolivariano, y el poco tránsito de vehículos de personas y vehículos. En realidad no parece un viernes, sino un día de toque de queda.

A este sitio llegan muchos cucuteños a buscar desde una pizza hasta el famoso “pepito” venezolano (perro caliente con distintas carnes y aderezos). La buena presentación de los alimentos y los bajos precios que deja el cambio entre el peso y el bolívar hacen que este sitio sea muy concurrido por los vecinos del otro lado del puente.

Rafael Cifuentes, propietario del lugar, asegura que de 30 vehículos que llegaban a comprar en un fin de semana en cualquiera de los locales de la plazoleta, apenas está atendiendo cinco luego del cierre de la frontera.

“Yo creo que no tengo que decir mucho, las mesas desocupadas lo dicen todo, pues el que conozca el lugar sabe que permanece lleno los fines de semana”, apunta Cifuentes.

Para él, la caída de las ventas se ubica en un 80%, lo que sería la cereza en el helado de desatinos de las medidas del gobierno venezolano.

Explica que a diario tiene que enfrentarse con alzas de precios de productos como la carne y el pollo, que en Venezuela se importa en su gran mayoría. “Lo difícil es que aquí sube todo, pero nosotros no podemos incrementar los precios al tiempo, porque quedaríamos sin clientela”.

El gobierno venezolano controla el sistema cambiario desde 2003. Sin embargo, la poca disponibilidad de dólares regulados, llevó a que el mercado paralelo de divisas tomara fuerza y terminara fijando el valor de las importaciones. Este hecho mantiene la especulación de precios, especialmente en alimentos que no se producen en este país.

Este empresario comenta además que muchos alimentos como la papa, la yuca y los vegetales que consume en su casa y en su establecimiento son procedentes de Colombia. El recorrido nocturno que hacían los fines de semana miles de cucuteños en sus carros en San Antonio –antes del cierre de los puentes internacionales– terminaba siempre en una de sus discotecas. Una muy fácil de recordar por su nombre es Bling Bling.

El espacio para 1.200 personas se ve desperdiciado ante la poca visita de personas. El propietario del lugar, Ronald Rodríguez, desde que supo que la medida iba a entrar en rigor, pensó en que se iba a reducir el número de ingresos a su establecimiento. Sin embargo, nunca se imaginó que de 300 personas que entraban habitualmente a la planta baja del sitio, tan solo entraran 100.

El viernes solo habilitó esta parte, previendo la baja afluencia de clientes, pero en eventos especiales el lugar ha registrado lleno total en todas plantas.

Él reconoce que un gran porcentaje de sus clientes vienen de Villa del Rosario y Cúcuta, lo que se reflejó el viernes, cuando a las 10:00 de la noche no había ingresado ninguna persona. Solo hasta la medianoche empezó a llegar su clientela. 

Allí la entrada cuesta 50 bolívares fuertes ($1.200) los viernes y los sábados 150 bolívares ($3.600) y una botella de 750 de centímetros cúbicos de ron, ronda los 800 bolívares ($19.200). Mientras que entrar a una discoteca de Cúcuta puede costar entre $10.000 y $20.000 y un litro de aguardiente o ron puede estar entre $70.000.

Hoy tiene 17 empleados directos y otros seis son temporales por el fin de semana. De llegar Venezuela a mantener el cierre de frontera de manera definitiva cree que la situación podría empeorar y tendría incluso que pensar en eliminar plazas de trabajo.

Este establecimiento cierra a las 3:00 de la mañana (hora venezolana), dos horas antes de que se vuelva a abrir la frontera. Al salir de allí, la única opción que tiene un colombiano es salir a la avenida principal “que llega al puente y hacer la cola para esperar a que los guardias quiten las barricadas de la alcabala.

Una fila de cuatro cuadras de carros esperan la apertura del puente sobre las 4:30 de la mañana (hora venezolana), mientras María aparece con termos de café y pan. En menos de 20 minutos acaba con más de la mitad de su oferta. “Yo soy de las pocas que gana con este cierre, pero prefiero seguir vendiendo igual que antes, a que todos la vean negra como ahora”.Ella es quien despide a los conductores venezolanos y colombianos de esta espera, que para muchos es vista como una humillación, “pues es claro que el contrabando sigue pasando por los ojos de los guardias y por las trochas”. 

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