Hace 191 años, Bolívar y Santander se posesionaron en La Bagatela

(1) El templo original (2) La Bagatela original

El  7 de septiembre de 1821, el Congreso Constituyente de la Gran Colombia, en la villa del Rosario,  se hizo el nombramiento del general Simón Bolívar, como presidente, y del general Francisco de Paula Santander, como vicepresidente de Colombia.

A las 11 de la mañana del 3 de octubre se posesionaron en lo que hoy conocemos como El Monumento Nacional La Bagatela que era el Palacio de Gobierno en aquella época. 

El Congreso era presidido por del doctor José Ignacio de Márquez y en esa época  discutía la ley sobre asignación de sueldos.  Mientras se desarrollaba la deliberación, llegó el Libertador acompañado de seis diputados y prestó juramento.

En su discurso que expuso desde la emblemática casa rosariense, situada en la vía principal del municipio histórico, dijo lo siguiente: 

-Señor: El juramento sagrado que acabo de prestar en calidad de Presidente de Colombia, es para mí un pacto de conciencia que multiplica mis deberes de sumisión a la ley y a la Patria. Sólo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la Suprema Magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios para defender con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor esta Constitución que encierra los derechos de dos pueblos hermanos, ligados con la libertad, por el bien y por la gloria. La Constitución de Colombia será, junto con la independencia,  la ara santa en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres.

-Señor: Espero que me autoricéis para unir con los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi celo, nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo: dicha, reposo y gloria.

-Entonces Señor, yo os ruego ardientemente no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor, que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano.

-Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la República al que el pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra, el hombre que los combates han elevado a la magistratura; la fortuna me ha sostenido en este rango, y la victoria lo ha confirmado.

-Pero no son estos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha y por la voluntad Nacional. La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal, que algunas veces el cielo deja caer sobre la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el día de paz y este debe ser el último de mi poder, porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia y porque no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades.

Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular, es una amenaza inmediata a la soberanía nacional.

-Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra y aquel emana de las leyes.

-Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.

Al terminar,  Bolívar salió en compañía  de  doce diputados. 

Simón Bolivar, Francisco de Paula Santander y otros proceres de la independencia saliendo de El Monumento Nacional La Bagatela,  que los albergó al momento de sesionar en el Congreso, para redactar la presente constitución.


Continúo el Congreso discutiendo la ley sobre asignación de sueldos, cuando llegó el General Santander acompañado de cuatro diputados;  prestó juramento y pronuncio el siguiente discurso:

-Jamás pensé tener la honra de presentarme en este augusto lugar como segundo Magistrado de Colombia. La obediencia, el celo, el amor a la Patria, que desde mi más tierna juventud han formado la esencia de mi espíritu y existencia, no me daban ciertamente derecho a esperar un destino en que los talentos, las virtudes, las eminentes cualidades son aún inferiores a las grandes obligaciones que se le imponen. La dicha de la República está anexa a la sabiduría del primer Magistrado, y este mismo primer Magistrado, desconfiando de las grandes dotes con que lo ha privilegiado la naturaleza y una maestra experiencia, se aleja de nuestro centro y va a las extremidades de Colombia a completar la obra que vuestra majestad ha decretado y él quiere cumplir.

-Esta ausencia me llena, por decirlo así, de un pánico terror. Encargado yo de una enorme masa de responsabilidad, me veía anonadado en el departamento de Cundinamarca. ¿Qué será cuando Colombia entera repose sobre mis hombros? Señor: vuestra confianza es menos grande que mi esperanza; me habéis encargado del timón de una nave que, aunque al abrigo de las tempestades civiles, está aún fluctuando entre los escollos de la guerra y de la política.

-La España, aunque caduca, aunque aniquilada, la España con sólo su nombre y su representación entre las naciones, es todavía una potencia que puede por sus conexiones llevar adelante su lucha sanguinaria. Nuestras relaciones políticas apenas han nacido, por la política. Además, señor, ensayar, ejecutar, cumplir la Ley Fundamental del Estado, dar a Colombia una existencia legal, constituir el reino de las leyes, hacer sumir en el seno de la obediencia hombres erguidos por la victoria, y antes combatidos por las pasiones serviles; llenar, en fin, la intención de vuestra majestad y el voto de todos los colombianos, por el triunfo de la libertad y de la igualdad, no es, señor, la obra del vicepresidente que habéis nombrado.

-Considerad pues mi angustia al verme colocado entre la voluntad nacional, que me prescribe por el órgano de la Constitución el ejercicio universal del bien, y la imposibilidad por mi parte de colmar la dicha que todos esperan de ese monumento sagrado y de ese motor único de la prosperidad de Colombia. -Pero, Señor, siendo la ley el origen de todo bien, y mi obediencia el instrumento de más estricto cumplimiento, puede contar la Nación con que el espíritu del Congreso penetrará todo mi ser, y yo no viviré sino para hacerlo obrar.

-La Constitución hará el bien como lo dicta; pero si en la obediencia se encuentra el mal, el mal será. Dichoso yo si al dar cuenta a la Representación Nacional en el próximo Congreso, puedo decirle: he cumplido con la voluntad del pueblo: la Nación ha sido libre bajo el imperio de la Constitución, y tan sólo yo he sido esclavo de Colombia.

Los diputados continúan allí y Santander sale acompañado con seis de ellos.


Bandera de la Gran Colombia - 1821

0 Realice Su comentario Aquí: