Historia de las tradiciones navideñas de Villa del Rosario (IV Entrega)


CUARTA ENTREGA
Por: José Francisco Rodriguel Leal

Aquella cunita rodante que fuera donada por misia María Vargas Durán, dama principal de la época y tía del ex presidente Virgilio Barco Vargas, que residió en el viejo inmueble del colegio General Santander situado en la esquina de la calle 6ª con carrera 8ª y que auspiciaba, además, la elaboración de los trajes de los pastores y de los ángeles con sus propios recursos, estaba ricamente ataviada con sábanas de seda y con cintas de colores para que fueran tomadas por los ángeles en su recorrido hasta el Sagrario. Llevaba en su interior la imagen hermosa traída de España de un Niño Jesús de tamaño natural, y tenía incrustada en su cabecera una arista de la Estrella de Belén.

Durante el Ofertorio de la misa celebrada en latín, la comunidad devota desfilaba para besar el piecesito del recién nacido; y el coro de la iglesia que integraron por mucho tiempo la familia Guarín Carvajal, las señoritas Ulloa y las señoritas Sanabria, cantaba en conjunto con los pastores los villancicos en español: A Belén todos, El Pastorcito, Sueño de Jesús, Venid Pastorcitos, La Nochebuena, Los Pastores, Los Reyes Magos, entre los más conocidos.

Las Misas de Aguinaldos se oficiaban a las cuatro de la madrugada, y la Novena por las noches a partir de las siete. Desde el 15 de diciembre hasta el 24, inclusive, se hacían las apuestas de aguinaldos -que en muchas ocasiones eran un buen pretexto para enamoriscarse entre los jóvenes-, cruzando los dedos meñiques y coreando el juramento: "Casita de paja, casita de hierro, si usted no me paga se va pa'l Infierno".
Los juegos preferidos eran entonces: Al beso robado, Palito en boca, Tres patas, Al tiento por las espaldas, Al mudo, A dar y no recibir, Estatua, y al Sí y al no.

Con frecuencia los apostadores más avisados se disfrazaban para poder sorprender a sus rivales; sin embargo, cuando alguno de ellos iba a ser cogido desprevenido, la gente lo alertaba al grito de: ¡Pao¡ ¡Pao! ¡Pao!, evitando muchas veces que la víctima fuera tomada por sorpresa; pero si el recursivo jugador conseguía su objetivo y "pegaba los aguinaldos", gritaba inmediatamente: ¡Mis aguinaldos!, entre la carcajada general.

Sobra decir que las apuestas eran rigurosamente pagadas por los oponentes después del desquite que se solía dar.

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