El Congreso de La Gran Colombia


Por: Luis Gabriel Castro Maldonado
Fragmento del libro La Capital de la Gran Colombia. Segunda Edición.
Transcripción: Francisco J. Rodríguez Leal

Como consecuencia de la ley fundamental dictada por el Congreso de Angostura el 17 de diciembre de 1819, por la cual las repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedaron desde este día reunidas en una sola bajo el título glorioso de República de Colombia, el 1° de enero de 1821 debía reunirse en la Villa del Rosario el Congreso General de Colombia, cuyos fines entre otros, serían los de dictar la Carta Fundamental y acordar el Escudo de Armas y el pabellón de Colombia. (…)

Pocos días después de haber llegado el Vicepresidente [Juan Germán] Roscio a la Villa dirige a los habitantes de esta una corta alocución que dice: “Vuestra situación geográfica decidió al último Congreso de Venezuela a fijar en vuestro seno la capital del Nuevo Estado de Colombia, y las demostraciones de júbilo con que habéis recibido al gobierno de la República trasladado de Guayana a vuestro territorio, le enseñan cuánto debe esperar de vuestro patriotismo en esta nueva capital. En ella por la primeva vez será trasladado el Congreso Nacional de Colombia; y algún día podréis decir con orgullo: “Aquí se obraron las más importantes transacciones del nuevo Estado; aquí se consolidó la unión de Cundinamarca, Quito y Venezuela: aquí su independencia y soberanía quedaron selladas de modo solemne y definitivo: aquí fueron aprobados los tratados de paz y de reconocimiento de esta nueva nación. Que no se aleje este momento feliz para toda la América, y el más venturoso para vosotros, son los deseos del Gobierno”.

Así saludó a los pobladores del Rosario el señor Vicepresidente el 15 de febrero [de 1821], para días más tarde ellos mismos ser testigos de un acontecimiento doloroso ante la consternación de los diputados que ya habían llegado: el excelentísimo señor Juan Germán Roscio cae víctima de grave enfermedad [fiebre amarilla], a causa de la cual muere allí el día 10 de marzo, a los cincuenta y siete años de nacido, dos meses y veinticinco días. (…)

Desde el momento en que el Libertador tuvo conocimiento de la gravedad del doctor Roscio, previendo su muerte, nombró al general de brigada, Luis Eduardo de Azuola, para que le reemplazara hasta que el Congreso nombrase vicepresidente con las formalidades de la ley. Mas, he aquí que este, a pocos días de haberse encargado del supremo gobierno, también cae enfermo de gravedad [fiebre amarilla] de tal modo que el diputado Alejandro Osorio que se encontraba en la Villa, escribe a Santander en término de fatal presentimiento: Esta tierra (el Rosario de Cúcuta) parece que está peleada con los Vicepresidentes de Colombia. Murió Roscio, y Azuola no puede existir ocho días más”. En efecto después de rápida enfermedad a los treinta y cinco días de desaparecido su antecesor, es sepultado el cadáver del general en la antigua capilla de Santa Ana, donde también debió quedar Roscio. (…)

Mientras la Villa era testigo de actos tan dolorosos, a Achaguas [hoy Estado Apure, Venezuela] llegaba el Precursor de la Independencia, general Antonio Nariño, fugado de la prisión que años ha sufría en la cárcel de Cádiz [España]. Y como antes dijimos, el Libertador, previendo el caso de la desaparición del brigadier Luis Eduardo de Azuola, con fecha 4 de abril nombró Vicepresidente interino de la república al general Nariño (…).

Nariño recibió el encargo especial de instalar el Congreso General. En efecto, este llegó a la Villa del Rosario el día 27 del mismo mes, y haciendo uso de las facultades concedidas por el artículo 5 de la ley sobre convocatoria del Congreso (…), y “considerando que estas propias dificultades, lejos de desvanecerse, se aumentan cada día, ya por falta de posibilidad en que se halla el gobierno de prestar a los Diputados los auxilios pecuniarios que muchos necesitan para su traslación a esta villa, ya porque roto el armisticio y principiadas las hostilidades, será más dificultosa una marcha que no ha podido emprender en tiempo de calma y tranquilidad , ya porque también contribuía a impedirla la estación rigurosa de invierno que está principiando, de cuyos graves y notorios inconvenientes resultaría que la instalación del Congreso General de Colombia, designada para el día primero de enero próximo pasado no vendría a verificarse acaso en todo el corriente año (…), dictó con fecha 1° de mayo el decreto por el cual dispuso que el Congreso se instalase con el número de cincuenta y siete Diputados presentes, el día 6 del mismo, y los que “hacen la mayoría absoluta de la totalidad de noventa y cinco que corresponden a las diez y nueve provincias que oportunamente han estado en aptitud de nombrarlos, y se aproxima a las dos terceras partes requeridas por el Reglamento de Convocación”. (…)

Como la llegada del general Nariño a la Villa fue inusitada, a todos sorprendió; pues, ya generalidad le creía muerto en la prisión peninsular. Y parece que la generalidad de la diputación allí presente no le miró bien e hízole una oposición de la cual bien pronto dióse cuenta él; desde luego que llegaron hasta mirar con cierto recelo la segunda magistratura en sus manos. Como consecuencia de estas diferencias, Nariño entabló con sus malquerientes una firme y sostenida lucha. 

Llega pues, el día de la instalación del Congreso en medio del entusiasmo y enorme expectativa de los habitantes de la Villa, comunicando a esta la afluencia de tanto personaje un aspecto de animación cosmopolita. Y dentro de ese cuadro bello y de singular atracción de la posada del general Nariño [La Bagatela, edificación de dos pisos de propiedad de la heroína venezolana María del Carmen Ramírez], acompañado de los ministros del interior y de relaciones exteriores, revestidos igualmente del carácter de representantes nombrados por las provincias de Cartagena y Guayana, y seguido de los diputados se dirigía a la santa iglesia parroquial, “donde con la asistencia de todos y la mayor solemnidad se celebró la misa del Espíritu Santo. Terminado este acto religioso, pasaron a la sala destinada para las sesiones del Congreso, donde tomó su Excelencia lugar preeminente bajo el solio nacional.

Colocados los diputados debidamente, Su Excelencia el Vicepresidente leyó un discurso propio del acto, y concluido, puesto de pie, preguntó: ¿Son de opinión los señores Diputados que puede procederse a la instalación del Congreso? Y habiéndose votado unánimemente que sí, dijo el Vicepresidente: El Congreso General de Colombia queda legítimamente instalado: en él reside la Soberanía Nacional.

Un concurso numeroso (puede decirse), lleno de entusiasmo y complacencia, que presenciaba el augusto acto, repitió vivas a a la República y al Congreso (…).
El cabildo del Rosario, dice la Relación escrita en la misma Villa el 08 de mayo de 1821 y publicada en la Gaceta de Bogotá en el número 96 del 27 del mismo mes, acordó tres días fiesta para solemnizar el grande acto nacional. Hubo tres días de iluminación por las noches y permanecieron las calles adornadas con colgaduras. Se plantó en la plaza el árbol de la Libertad, se figuró un castillo en donde se veía colocada la bandera nacional, que debía combatida por un navío que, viniendo de fuera de la plaza, conducía al Despotismo. 

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