El control de cambios impuesto en Venezuela a mediados de la década pasada dio origen al negocio de las remesas, del cual viven miles de personas a ambos lados de la frontera.
El negocio es recibir la remesa en pesos y convertirla en bolívares. Y es que una persona, por hacer un envío de 300 dólares de Venezuela a Colombia – y puede hacer hasta tres mensualmente- se gana alrededor de medio millón de pesos dependiendo del precio del cambio del bolívar y del dólar.
Esos 300 dólares equivalen a 1.890 bolívares fuertes; para que una persona consiga en Colombia esos bolívares necesita 114.000 pesos, a razón de 60 pesos por bolívar en el mercado de la calle (oficialmente está en 303 pesos por bolívar). Al cobrar ese dinero en Colombia, esos 300 dólares valen 570.000 pesos, por lo que la transacción deja una ganancia de 457.000 pesos, todo en agencias de cambio autorizadas.
Y como en una rueda de la fortuna, se vuelve a cambiar pesos por bolívares, estos son convertidos a dólares, y los dólares a pesos, y así se ganan otro medio millón de pesos. “Conozco a una persona que tiene como 300 carpetas. La esposa trabaja con un empleado en Cúcuta haciendo todos los papeles y cobrando. El marido, con otro empleado, hace todo en Venezuela. Se ganan unos 100 millones de pesos mensuales”, afirma Marta*, una mujer que hasta hace tres años estaba en el negocio.
Del lado venezolano, el negocio tampoco deja de ser apetecible ya que deja una ganancia de dos salarios mínimos. El sueldo básico en Venezuela está en 2.973 bolívares y un envío mensual aporta un beneficio de alrededor de 5.000 bolívares.
En un comienzo, el negocio no era nada sofisticado, pues para conseguir la carta de residencia exigida por Cadivi bastaba con que una persona arrendara una casa o habitación del lado venezolano, que los arrendadores le dieran una constancia y que los consejos comunales de cada barrio otorgaran la certificación correspondiente.
“Pagaban arriendos ficticios porque las personas seguían viviendo en Colombia”, dice Carlos, una persona al tanto del tema.
Con el tiempo y la cantidad de dinero ganada, el negocio dio lugar a mafias encargadas de buscar a personas que presten sus nombres y/o direcciones para los envíos (a cada una le dan 50.000 pesos por carpeta) y falsificar los documentos en Cúcuta: desde constancias de trabajo, registros civiles, partidas de matrimonio e ingresos, hasta certificados de estudios de universidades colombianas (por cada copia cobran 140.000 pesos).
Lo único que no pueden falsificar es la ‘apostillada’ de la embajada venezolana en Bogotá (cada seis meses), la cual queda en una base de datos digitalizada que puede ser consultada por las autoridades en dicho país. Por cada carpeta apostillada los intermediarios cobran en Bogotá entre 60.000 y 70.000 pesos.
Esto no solo provocó la falsificación de toda clase de documentos, sino de familiares, pues de la nada aparecieron hermanos, padres, abuelos, hijos, esposos, esposas, que por solo compartir un apellido con una persona en Colombia se inventaban el parentesco. “En una notaría en Cúcuta firman un acuerdo de concubinato. Ellos facilitan todo, lo único que usted necesita es dar el nombre y la dirección; ellos hacen la carpeta con todos los documentos (falsifican los que no tienen), hacen todas las vueltas y le llevan la comisión a su casa”, agrega Carlos.
La falta de control o la corrupción llegó incluso a que las personas pudieran consignar en Venezuela y cobrar en Colombia con el mismo nombre, sin necesidad de alterar documentos. Los empleados de las casas de cambio también cobran su comisión por hacerse los de la ‘vista gorda’ para dejar pasar los papeles. “Todo se arregla con los de las agencias de cambio autorizadas. Con mi pareja trabajamos desde el 2007 hasta el 2010, manejábamos unas cien carpetas y nos quedaban unos 20 millones de pesos mensuales después de pagarles a todos los que ayudaban”, dice Marta.
Incluso, las personas que envían las remesas por necesidad se han visto perjudicadas ya que tienen que esperar varios días para ser atendidos en las casas de cambio, ya que los ‘carpetistas’ tienen la prioridad. A medida que crecía el negocio, las remesas del año pasado desde Venezuela llegaron a 498 millones de dólares y las mafias se fueron sofisticando, al punto que una sola persona ‘duro’- con muchas carpetas-, puede tener hasta unas 500, con ganancias mensuales de hasta 200 millones de pesos, aunque la gran mayoría dentro del negocio tiene unas 20 carpetas.
La fundación Progresar de Cúcuta maneja información de ‘duros’ a quienes, desde las casas de cambio les llevan el dinero en las noches a sus residencias.
Entonces, siempre ávidas de dinero fácil, las bandas criminales (Bacrim) de la zona se interesaron por el negocio y comenzaron a extorsionar a los ‘duros’. Si no acceden a pagar su ‘cuota’, son asesinados o desaparecidos.
Este fue el caso de la pareja de Marta. Una de las Bacrim citó a una reunión a todos los que manejaban carpetas para indicarles el valor de la ‘vacuna’, él no asistió a la cita y desde entonces no lo volvieron a ver. “Yo empecé a preguntar, pero los de las Bacrim me dijeron que no lo siguiera buscando, porque iba a terminar en un hueco igual que él. Ellos todavía siguen cobrándole a la gente que tiene bastantes carpetas”, afirma.
CON TARJETAS DE CRÉDITO…
Otra práctica que utilizan las personas que se quieren beneficiar del control de cambios tiene que ver con las tarjetas de crédito. El gobierno venezolano permite que una persona pueda gastar en el exterior hasta 700 dólares mensuales, con un cupo máximo anual de 2.500 dólares.
Los venezolanos que quieren hacer el negocio viajan a Cúcuta, van a un local comercial u hotel y hablan con el dueño que se quiera prestar para el negocio; pretenden que hacen una compra por el valor determinado, el propietario del local les da el dinero y la factura, el ciudadano venezolano lleva la factura a la oficina de la Dian en la frontera, y la transacción queda finalizada y legalizada.
El local comercial cobra una comisión por la ‘vuelta’, e incluso cuando ya se establece confianza, se deja la tarjeta en el local, en este se hace la transacción y sin el tarjeta habiente envía el dinero a Venezuela. Esos 2.500 dólares anuales le dejan al venezolano una ganancia de 4’600.00 pesos, antes de pagar la comisión.
En Cúcuta es normal ver en las calles a los ‘arrastradores’, personas encargadas de conseguir clientes, ofreciendo el servicio. “En la ciudad abrieron locales, con comercios ficticios, solamente para hacer el negocio de las tarjetas”, comenta Carlos.
LA FORMA DE HACER LA CARPETA
Para enviar la remesa, el Gobierno venezolano, a través de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), exige que la persona tenga una carpeta con los siguientes documentos: constancia de trabajo e ingresos, otorgada por un contador profesional; registro civil; carta de residencia; cuenta bancaria; y correo electrónico solamente destinado para tal fin, mientras que el beneficiario debe demostrar que reside en Colombia, el parentesco con el que envía, cuenta bancaria, carta de la embajada venezolana en Bogotá y el motivo por el cual necesita el dinero. Estos documentos hay que renovarlos cada seis meses.
Después, a través de internet, la persona envía la solicitud, y de Cadivi le expiden, a través de correo electrónico, una autorización para depositar el dinero en la casa de cambio exigida por la persona. Si ganan más de 3.100 bolívares mensuales pueden enviar hasta 900 dólares, de lo contrario, 600 dólares.
LAS MEDIDAS PARA CONTROLAR EL ‘DESANGRE’
Para controlar lo que el gobierno venezolano denomina ‘Desangre de la economía’ por la salida de dólares, desde hace tres meses las cartas de residencia son expedidas por la gobernación del Estado Táchira. Un funcionario hace una visita en la cual verifica directamente la dirección y recibos de servicios públicos del solicitante.
La medida funcionó pues hasta el mes de abril se recibían unas 15.000 solicitudes para envíos de remesas, mientras que en el mes de julio se recibieron desde Colombia solo 80, de las cuales solo fueron aprobadas 2.
Ahora, las personas viajan hasta los estados más al interior de Venezuela como Barinas y Zulia, en los cuales se reporta la multiplicación de solicitudes ya que no tienen las mismas exigencias que en el Táchira.
“Antes, en un día normal se veían hasta 3.000 personas en las casas de cambio; ahora no llegan ni a 10 por día, el impacto fue altísimo. Pero la corrupción es tan alta que incluso ya se sabe que en la Gobernación del Táchira hay personas recibiendo dinero por darles el visto bueno a las cartas de residencia”, dice Carlos.
Así mismo, desde el año pasado también se cerró el círculo de familiares a los cuales se les enviaban las remesas, pues ya no incluye sino padres e hijos, cuando antes incluía abuelos, hermanos y tíos.
Uno de los grandes problemas para controlar el negocio es la corrupción. Actualmente hay más de 300 funcionarios en el Táchira acusados de hacerse los de la ‘vista gorda’ con los documentos, hacer parte de las mafias o incluso por cobrar remesas en Cúcuta.
LEVE BAJA EN EL PRIMER TRIMESTRE DEL 2013
Según las cuentas suministradas por los intermediarios del mercado cambiario, los ingresos anuales de remesas provenientes de Venezuela para el periodo 2006-2012 se ubican en alrededor de 357 millones de dólares por año, que representaron el 8,4 por ciento promedio del año del valor total de los ingresos recibidos del exterior por concepto de remesas de trabajadores.
“Anualmente, el comportamiento en el 2011 y el 2012, el flujo de remesas provenientes de Venezuela, muestra variaciones positivas de 17.4 por ciento y 12,2 por ciento, respectivamente. En el primer trimestre del presente año la variación anual se redujo a 10,4 por ciento”, afima Enrique Montes, jefe externo de la Subdirección de Estudios Económicos del Banco de la República. La entidad afirma que solo 1,5 por ciento de las remesas se hace con dinero en efectivo.
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