Más de 30 pequeñas fábricas de calzado, de las casi cien que quedaban en el eje fronterizo San Antonio-Ureña , han cerrado sus puertas y las restantes tienen muy baja producción, como consecuencia de la escasez y el encarecimiento de los insumos básicos como el cuero, suelas, hilo, pegantes y otros materiales que por lo general son traídos de territorio colombiano.
Los pocos fabricantes que se mantienen trabajando dudan que puedan abrir las pequeñas empresas el próximo año, porque, producto de la devaluación del bolívar ante el peso, los materiales colombianos con los cuales fabrican los zapatos cada día son más costosos y la mano de obra extranjera se ha ido, lo cual hace insostenible la situación.
Las fábricas han reducido casi en 80 por ciento el personal. El Sindicato del Calzado estima que el ramo ocupaba hasta no hace mucho tiempo, solamente en el eje San Antonio-Ureña, entre 1.200 y 1.500 trabajadores, pero hoy día esas cifras han caído de manera significativa. Hubo fábricas que tenían 20 o 30 obreros y hoy tienen escasamente 4 o 5.
Un fabricante explicó que hace alrededor de 5 años tenía en su empresa cerca de 25 trabajadores y ahora solamente quedan 3. En su mejor momento llegó a producir entre 600 y 700 pares de zapatos diarios y ahora apenas llega a 40 pares por día. Los materiales para la elaboración del calzado no se consiguen en el mercado venezolano y debe buscarlos en Colombia, pero ante la devaluación del bolívar ante el peso, todas las semanas se encarecen, lo cual no hace rentable la producción.
“Al paso que vamos no podremos abrir el próximo año. Hemos aguantado por no dejar sin sustento a las familias de los pocos trabajadores que ahora tenemos, pero no aguantamos más esta situación”, dijo el propietario de la fábrica de calzado, quien debido a la dura situación, se ve obligado a trabajar como un obrero más.
Carlos Simoni, Lucio Quintero y Guillermo Calderón, representantes del Sindicato de Trabajadores del Calzado, seccional Táchira, por su parte, explicaron que el problema principal es que en el mercado venezolano no se consigue cuero, químicos para hacer la suela, pegantes, hilos, contrapuentes, tampoco las punteras de hierro que se utilizan para confeccionar el calzado de seguridad.
Dijeron que la puntera de hierro se hacía anteriormente en Guarenas, pero ahora se fabrican en México y deben importarse. La industria que produce los pegantes en Maracay también está pensando en irse de Venezuela, porque tiene dificultades para la importación de los insumos que requiere. Los proveedores de insumos en general, del calzado, tienen muchas dificultades.
Debido a esta situación, las empresas de calzado del eje fronterizo se ven obligadas a comprar los materiales en Cúcuta, pero con la devaluación del bolívar, los insumos se han encarecido entre 200 y 300 por ciento. Para que el dinero alcance para comprar los insumos, el propietario de la fábrica se ve obligado a reducir la mano de obra, entonces un solo trabajador debe hacer cinco o seis operaciones para confeccionar un calzado. El sobrecosto de los materiales es trasladado al producto final y por eso el precio de los zapatos ha experimentado un incremento significativo.
La devaluación del bolívar ante el peso también ha alejado a los trabajadores colombianos que laboran en las fábricas de la frontera venezolana, porque no les resulta rentable. Muchos trabajadores colombianos del calzado han buscado empleo en Cúcuta, Villa del Rosario, Los Patios, y también en la ciudad de Bucaramanga. Otros se han dedicado a otras actividades.
La opción que fabricantes y trabajadores del calzado ven, ante la difícil situación que están padeciendo, es que el Gobierno venezolano reactive la industria de insumos nacionales y facilite la importación de lo que se requiere, para que los fabricantes no tengan que comprar materiales en el extranjero pero con el precio del dólar paralelo, como está ocurriendo actualmente en la frontera.
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