Curas insignes: Daniel Jordán



El padre Daniel Jordán tuvo grandes influencias, como lo hemos venido afirmando en las crónicas anteriores, en todos los campos de la vida cotidiana de la ciudad, pero hubo una en especial, que merece el agradecimiento de toda la población por la trascendencia que, aún en nuestros días, mantiene viva tanto la memoria como la realidad de los hechos por él promovidos; se trata de su obra como promotor de la educación, más que como la de educador que se le había reconocido en el momento en que cumplía sus bodas de plata, como párroco de la ahora catedral de San José. Así como se le reconoció al padre Demetrio Mendoza, su gestión emprendida para que la congregación de los Hermanos Cristianos de San Juan Bautista de la Salle, vinieran a Cúcuta para regentar el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, al padre Jordán hay que reconocerle su labor en el fomento de la educación, pues no sólo formalizó  la consecución del lote donde funciona el Colegio La Salle, de propiedad de la misma congregación de la Hermanos Cristianos, 
para que allí, en una extensión de 40 hectáreas se construyera, en abril de 1951, el magnífico conjunto de edificios que constituyen el colegio, sino que participó en todo el proceso, desde la bendición de la primera piedra hasta la obtención de la exención del pago del impuesto predial, lo cual se logró, después de una intensa campaña, en la que el púlpito tuvo intervino de manera bastante efectiva.

Además, intervino como fundador del colegio Femenino de Bachillerato, el cual fue regentado por las Reverendas Hermanas Franciscanas, de quienes logró que vinieran a la ciudad, pues al parecer, no estaba dentro de su interés, establecerse en esta vecindad.

Presente como estuvo, de todo cuanto ocurría en su parroquia y sus alrededores, no fue ajeno a las intervenciones políticas cuando consideraba que debía interesarse en su desarrollo o frenarlas cuando era necesario para que no influyeran negativamente en la moral o la fe cristianas. Ya habíamos comentado sus intromisiones contra los gobiernos liberales que le causaban escozor y que por ello, había sido ‘castigado’ con el exilio, como sucedió en el caso de Málaga en Santander, en un episodio ya comentado o peor aún, cuando fue apresado, en marzo de 1944, al considerarlo sospechoso de la conjura contra el presidente López, en la ciudad de Pasto y que, por fortuna, resultó absuelto de toda culpa o sospecha, el 30 de agosto de ese mismo año. Ni siquiera sus mismos copartidarios se escaparon de sus ‘cátedras sagradas’, como las llamaba, como el caso de los ataques que realizó contra el gobierno departamental de Lucio Pabón Núñez, cuando suponía que las decisiones tomadas no correspondían en justicia ni en equidad. 

De igual forma utilizaba su periódico parroquial “CRITERIO” para exponer sus ideas e imponer sus puntos de vista, como cuando el gobierno nacional, en febrero de 1955, expidió una norma que la C.T.C. Confederación de Trabajadores de Colombia, había solicitado sobre fijación de salarios a los trabajadores de una agremiación que había sido condenada por la Iglesia. Y así como atacaba las consideradas malas acciones en contra suya o de su Iglesia, también emprendía campañas de apoyo y de ayuda, cuando éstas eran necesarias; tal vez la más recordada, fue la defensa  de nuestro icónico Templo Histórico de Villa del Rosario, cuando por orden del entonces Director de Edificios Nacionales, Eusebio Santamaría, contrató a los ingenieros Trujillo Gómez y Martínez Cárdenas para que lo restauraran y lo que quisieron hacer fue terminar de demolerlo, pues creían que se debía erigir un edificio que representara la nacionalidad y no las ruinas que allí se exhibían.

También encabezó un movimiento de apoyo al dirigente conservador Laureano Gómez cuando se constituyó la Junta Nacional Conservadora Anti-gobiernista, como resultado del manifiesto que expuso en su libro ‘Desde el Exilio’ y que buscaba recuperar el ejercicio de su cargo como Presidente, que había dejado por razones de salud.

Es histórico el discurso pronunciado, en la misa de la seis de la tarde del 10 de mayo de 1957, al producirse la caída del gobierno del general Rojas Pinilla, por la profundidad de sus conceptos y por la tranquilidad que transmitió a los feligreses y en general, a la población de la ciudad que temía se produjera una asonada parecida a la del 9 de abril del 48 cuando fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán.

A finales de 1944, un grupo de prestigiosos ciudadanos en asocio con la alcaldía y los gremios económicos, decidieron regalarle a la ciudad unos festejos de navidad y año nuevo que fueran recordados en la posteridad y por ello, conformaron una junta y denominaron la actividad como ‘La Feria de Cúcuta’. La divulgación, así como la organización, se hizo desde mediados de año, de manera que toda la gente de la frontera y de las distintas ciudades cercanas, tuvieran conocimiento de su realización y pudieran asistir y participar. El medio más utilizado fue la radio, pero no por esa razón dejaron de publicar avisos en la prensa local y regional, que promocionaban ‘las espléndidas fiestas en San José de Cúcuta’, del 24 de diciembre al 1 de enero de 1945. Se anunciaban ‘suntuosos carnavales, corridas de toros, torneos deportivos y bailes populares, riñas de gallos y feria exposición’, además de ‘juegos permitidos y múltiples diversiones que están siendo preparadas por la Junta’. Se le indicaba a los potenciales visit
antes, que la ciudad contaba con magníficos hoteles y que la Junta se encargaría de ofrecerles las mayores satisfacciones. Parece, que esto no fue del agrado del padre Jordán, quien se ‘despachó’ contra todos los miembros de la Junta, incluido el Alcalde, pues desde el inicio de la publicidad se fue lance en ristre contra las fiestas, a tal punto que terminó llamándolos ‘traficantes de la carne, del alcohol y del garito’ y posteriormente, el 16 de noviembre, excomulgándolos desde el púlpito. Los afectados, el comerciante Carlos Luis Peralta, Pablo Mendoza, el médico Gabriel Gómez, Eduardo Sandoval Ferrero y el periodista Carlos Ramírez se vieron en serias dificultades para comprobar que nada de lo que imaginaba el sacerdote era cierto y que las fiestas tenían como finalidad la sana diversión de la muchedumbre y aunque tardaron en convencerlo, al final les levantó la sanción y pudieron retornar a la misa a la que estaban acostumbrados.

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