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No cabe la menor duda de que esta es una obra de remodelación, no una restauración. Son dos intervenciones muy distintas. En la primera se tumba a troche y moche como lo hizo este contratista; en la restauración se realiza un estudio minucioso del monumento y su ejecución la efectúa un arquitecto restaurador especializado en la materia; y este señor, por lo que se evidencia, no lo es. ¿Acaso es una técnica de restauración demoler al mismo tiempo cubiertas y pañetes en una carrera contra el tiempo como se observa actualmente?
Si lo que primara en esta obra fuera el rescate patrimonial del inmueble y no el afán de dar albergue a nuestra burocracia parasitaria de la rama judicial, se le hubiera dado prioridad a su atractivo principal que es el túnel. Sin embargo, según lo expresado por este contratista, la labor se reducirá a “dejar únicamente lo que es el acceso restaurado de lo que fue esa obra”.
Por otra parte, para confirmar aún más que se trata de una intervención de remodelación, el plazo para la entrega de la misma es el de cualquier obra civil, porque prima ante todo su terminación a toda costa antes de la salida del actual gobierno coico, a sabiendas de que una restauración es una labor mucho más delicada y minuciosa.
Evidentemente al final veremos un inmueble en mejores condiciones físicas, pero la esencia prístina del monumento quedará lastimada.
Lo de la trasparencia en el manejo de los dineros para que no se pierda ni un peso de los mil treinta millones de pesos ($ 1.030'000.000) es un cuento forzado; pues desde la adjudicación de este contrato a dedo, como se estila en las contrataciones públicas en nuestro país, ya empezaron a esfumarse los recursos; más, conociendo la mala índole de los depredadores de los malos hijos de García Rovira que suman a su haber la adulteración de otro monumento emblemático de los rosarienses sin que el Centro de Historia y las fuerzas vivas (es un decir) del municipio, digan ni pío.
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No cabe la menor duda de que esta es una obra de remodelación, no una restauración. Son dos intervenciones muy distintas. En la primera se tumba a troche y moche como lo hizo este contratista; en la restauración se realiza un estudio minucioso del monumento y su ejecución la efectúa un arquitecto restaurador especializado en la materia; y este señor, por lo que se evidencia, no lo es. ¿Acaso es una técnica de restauración demoler al mismo tiempo cubiertas y pañetes en una carrera contra el tiempo como se observa actualmente?
Si lo que primara en esta obra fuera el rescate patrimonial del inmueble y no el afán de dar albergue a nuestra burocracia parasitaria de la rama judicial, se le hubiera dado prioridad a su atractivo principal que es el túnel. Sin embargo, según lo expresado por este contratista, la labor se reducirá a “dejar únicamente lo que es el acceso restaurado de lo que fue esa obra”.
Por otra parte, para confirmar aún más que se trata de una intervención de remodelación, el plazo para la entrega de la misma es el de cualquier obra civil, porque prima ante todo su terminación a toda costa antes de la salida del actual gobierno coico, a sabiendas de que una restauración es una labor mucho más delicada y minuciosa.
Evidentemente al final veremos un inmueble en mejores condiciones físicas, pero la esencia prístina del monumento quedará lastimada.
Lo de la trasparencia en el manejo de los dineros para que no se pierda ni un peso de los mil treinta millones de pesos ($ 1.030'000.000) es un cuento forzado; pues desde la adjudicación de este contrato a dedo, como se estila en las contrataciones públicas en nuestro país, ya empezaron a esfumarse los recursos; más, conociendo la mala índole de los depredadores de los malos hijos de García Rovira que suman a su haber la adulteración de otro monumento emblemático de los rosarienses sin que el Centro de Historia y las fuerzas vivas (es un decir) del municipio, digan ni pío.
C.C.C.
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