Padre Marco A. Mora


Afirman los cronistas que a finales del siglo XIX llego el padre Marco A. Mora, quien era oriundo de la costa atlántica, presumiblemente del pueblo de San Jacinto (departamento de Bolívar). Inicio la construcción del nuevo templo parroquial consagrado a nuestra señora de Rosario en reemplazo de la capilla construida en la nueva ciudad por el presbítero Manuel Maria Lizardo, después de que el terremoto del 18 de mayo de 1875 devastara las torres y las naves de la iglesia en la zona histórica cuya sacristía sirvió de marco a la instalación del congreso de 1821.
El padre Mora vino a la Villa del Rosario trasladado de la parroquia de Arboledas y trajo consigo los mismos planos para desarrollarlos en la edificación de esta iglesia. Aunque el dinámico canónigo inicio la cimentación del templo a un costado del sitio donde se halla actualmente el Colegio Manuel Antonio Rueda Jara – a juzgar por las bases halladas durante la apertura de las acometidas del servicio de alcantarillado de las aulas donadas por el Club de Leones, que hicieron necesario traer un taladro de eléctrico para la perforación, - tuvo que desistir por los fuertes vientos de agosto que se entrecruzaban en el lugar; de allí que este templo sea unos de los pocos que no están situados al frente de la plaza principal como toda ciudad. A través de la tradición oral se ha podido conocer que el padre Mora en la misa de 6; 00 a.m. de la víspera, invitaba a sus feligreses a los convites para la mañana siguiente con el objeto de que llegaran desayunados y listos a acarrear el material de arrastre del río en parihuelas (especie de camilla con varas) cargadas entre cuatro hombres desde la hacienda San Miguel, al oriente del templo histórico. El padre en persona se remangaba la sotana y se metía en el cauce del río y mostraba una piedra (de media arroba aproximadamente) del tamaño deseado para la obra, lo mismo hacia con la arena lavada extraída del rió en canalete. Como un rasgo particular esta edificación no lleva hierro ni en sus bases ni en sus muros, sino que le material de compactación esta hecho de arena y cal mezclada arduamente por los albañiles que iban amontonado esta aleación en promontorios “tan grandes como casas”. Después de abrir zanjas de basamento de mas de un metro de profundidad, volvían a remojar la mezcla hasta alcanza runa textura como “chicha” que iban regando por la excavación mientras colocaban con el cuidado de un fichero de domino, una a una las trabas de las enormes piedras; las bases de las torres fueron fundidas a mas de tres metros de profundidad. La obra negra y los minuciosos acabados del templo fueron hechos por el maestro Demetrio Serpa, y la cúpula de zinc que tuvo inicialmente la iglesia fue demolida durante el vicariato del padre José Antonio Ruan Duran para construir la actual, coronada como una escultura de la virgen y cuatro ángeles con sendas trompetas. Su fundición estuvo a cargo del maestro rosariense Luís Quiñónez, no obstante los contrafuertes que la sostiene fueron acuñados de los fuertes temblores de los años 80.
Los domingos, luego de la misa mayor, los niños de las escuelas hacían una cadena para acarrear hasta la obra los ladrillos regalados por la feligresía. Como hecho particular, en este sagrario reposan las imágenes de bulto y retablo que se lograron rescatar después del siniestro de 1875, conjuntamente con el lienzo de nuestra señora del Rosario que los primitivos colonos españoles que habitaron la región, solicitaron al gobierno de España en 1735. El padre Marco A. Mora murió el 14 de junio de 1926 súbitamente, después de ser notificado de su traslado de la parroquia por el obispo Rafael Afanador y Cadena en persona, por causas de los infundidos de la madre de un influyente político de la época residente en la cuidad, quiso cubrir de este modo la falta de uno de sus hijos atribuyéndosela a virtuoso eclesiástico.
Texto Cotesía del Historiador rosariense Gerado García

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