Miedo y salario en la frontera


Por: Arturo Guerrero
Conocen los mecanismos del desasosiego, entienden que este se incuba en los asesinatos del pasado. Por eso soplan al viento estandartes manchados con lo ocurrido antaño.

Las aves reelectas, ansiosas de alargar su poder hasta el infinito, no desaprovechan desperdicio. Tienen repertorio fresco en la memoria de ambos pueblos. Masacres, carcelazos, falsos positivos, supermercados vacíos, fútbol con cabezas mochas, guardas nacionales brutales, ley del todo vale, lengua estrepitosa.

El elenco de tropelías ha mantenido a las gentes al borde del desespero. Por eso cualquier soplo maloliente tiende a incendiar el recuerdo, a empanicar el presente, a emborronar el futuro.

Cada vez que uno de los avarientos del poder siente debilitar su lastimero poder, desencadena el espanto siempre alerta en las cabezas y vísceras de las mayorías. Entonces sube la candela, los pobres se queman y pierden sus colchones, los niños se extravían, voces e imágenes llaman al pánico.

El miedo suele prender, como el pasto con las chispas, y los gobernantes o exgobernantes aprovechan para cambiar articulitos, descabezar generales del bando opuesto, investirse de leyes habilitantes, atornillar la silla presidencial o instalar torpedos a toda política que aleje la turbación.

El Nobel belga de literatura Maurice Maeterlinck cavó hondo en el mecanismo que subyace a esta perversión. ¨La desesperanza –escribió- está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza en lo que ignoramos, que es todo¨.

Hay aquí una apuesta por el futuro, que se ampara en la puesta en su sitio del pasado. En efecto, lo que sabemos es lo que hemos experimentado, aquello que enseña la historia. Y esta trayectoria es tacaña, se refiere sólo al ser humano como prehistoria, no como promesa.

Los hombres hemos desbaratado el planeta y cribado en guerras a millones de semejantes. Somos asco. Somos no futuro, no nacimos para semilla. Pero no nos define este asco demasiado conocido y diagnosticado.

Somos igualmente sorpresa, probabilidad, incógnita. Hasta el momento, sólo imaginación y sueños nos lanzan a mil escenarios redentores. Esto es lo que ignoramos, que es todo. Aquí se apoya la esperanza.

El inconveniente de ignorarla no le quita realidad a la vida verdadera, desprendida por arte de esperanza de las iniquidades del pasado. En efecto, el conocimiento o conciencia de los hechos no es el único factor de su realización. También pesa el deseo.

Esperanza y deseo juegan en el mismo bando, que es el contrario de los pillos a ambos lados de la frontera. A más esperanza, menos miedo. Mientras mayor sea el deseo de las multitudes, menos afiladas serán las municiones de los poderosos para triturar con el pasado a los ciudadanos.

Todos los horrores los sabemos en la piel, toda la esperanza la ignoramos. Sólo que esta esperanza es salario que nos deben.

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