Desintegración Fronteriza


Por: Jorge Bitar Ramirez

VISIONES URBANAS
Jorge Bitar Ramírez | 
arquibitar@gmail.com


Identificar a los habitantes de la frontera como contrabandistas es parte del imaginario colectivo de las poblaciones del interior de las naciones, desconociendo el intercambio natural nacido de las ventajas que da la frontera.

Lo que no han querido entender los gobiernos centrales, alcabaleros, proteccionistas, y defensores de una absurda nacionalidad, es diferenciar las escalas de los procesos del paso de la mercancía a través, de la línea tendida desde esas centralidades, que van desde el ciudadano de a pie “que hace mercado”, hasta redes especializadas, responsables del desabastecimiento de alimentos en las poblaciones fronterizas venezolanas. Las mafias del contrabando evaden las autoridades aduaneras no solo por los puentes fronterizos, sino también, por más de 300 trochas a lo largo de la frontera colombo-venezolana, incluso con el paso sobre el rio, pavimentado en concreto.

Ante la impotencia cómplice de los cuerpos del estado venezolano de detener el contrabando de bienes esenciales, el Presidente Nicolás Maduro ordenó el cierre de la frontera con Colombia a partir del 1 de agosto, desde las 10 P.M. hasta las 5 A.M. Desde una óptica centralista, representantes del comercio transnacional afirman que el comercio binacional no se verá afectado por el cierre fronterizo, desconociendo la realidad del comercio transregional que sostiene la economía de casi tres millones de habitantes que conforman este complejo sistema binacional.

La medida va en contravía de las ventajas que académicos y sociedad civil de ambos lados de la línea política, vemos en la integración fronteriza, como solución a los graves conflictos regionales, con la absoluta convicción que este ilegal cierre, violatorio de la constitución Bolivariana, no acabará con el contrabando de extracción, el cual es consecuencia de políticas erradas y ausencia de una economía soportada en las fuerzas productivas.


Las investigaciones académicas concluyen que el cierre de la frontera no fortalecerá nuestra economía, ni nos incentivará a tener vida propia, pensamiento que refleja el desconocimiento de la realidad de las poblaciones de frontera, su multiculturalidad y su multifuncionalidad, las diferencias en materia de desarrollo económico y la identidad de sus pobladores, que generan un imaginario propio e irrepetible que no puede ser encajado dentro de una norma rígida, centralista y unitaria. 

Se suma a la incompetencia, la falta de conocimiento de la trashumancia natural que conforma regiones y territorios sin reconocer el límite establecido por la geopolítica, generando economías que se comportan como una sola entidad territorial de hecho, consolidando costumbres, usos, relaciones irrompibles, desarrollo económico subterráneo e imaginarios colectivos, con autonomía propia que hacen ver inoperante la autoridad de los estados y establecen una nueva dimensión y significado al concepto de soberanía.


Es imperativo que se reverse esta absurda norma y al contrario se pacte la apertura formal de la frontera permitiendo el libre tránsito de personas, bienes y productos por todo el territorio fronterizo; la estabilización del diferencial cambiario de moneda; la regulación de la actividad fronteriza, con políticas nacionales capaces de contener herramientas de gestión que hagan realidad los procesos de desarrollo, concretándose en obras de infraestructura y servicios que integren los centros poblados de manera que se comporten como una sola ciudad, con un ordenamiento territorial conjunto, concordante, que incluya prestación y utilización común de los servicios públicos de transporte y domiciliarios.

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