Mariano Josef Gabriel Concha Sánchez (Coronel Concha)



Nació en la Villa del Rosario, el 17 de Marzo de 1785 y fue bautizado dos días después de su nacimiento en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario por parte del presbítero Ignacio José de Nava. Hijo de don Bartolomé de la Concha y doña Bárbara Sánchez. Fueron padrinos el cura de San Antonio del Táchira Manuel Ferreyra, don Juan Ignacio Gutiérrez quien lo tuvo y doña Ana Josefa Silva.
Su niñez paso entre mimos y regalos, pues así lo permitida la ternura de sus padres y la opulencia de su casa. Sus primeros estudios los hizo en el colegio de la Compañía de Jesús en Pamplona en donde se habían educado muchos de sus antepasados.
Se enrolo en las fuerzas republicanas desde el primer momento que se organizaron en los valles de Cúcuta, en donde el movimiento revolucionario del 4 de Julio de Pamplona tuvo las más fuertes y patrióticas repercusiones, especialmente en el seno de las familias Santander, Fortoul y Concha, tan notoriamente vinculadas por la sangre.    
Cuando las tropas que se encontraban en la ciudad de Pamplona supieron el acercamiento de Bolívar a los valles de Cúcuta, por disposición del gobierno se trasladaron a ponerse a las órdenes de este. Fue así como este contingente de más de 100 hombres preparados, voló a ponerse en contacto con los valientes momposinos y ocañeros que traía Bolívar, logrando realizarlo después del encuentro que éste tuvo con el coronel Correa en el pueblo de San Cayetano. Ese contingente era comandado por los capitanes Lino Ramírez y Félix Uzcátegui y el ya teniente José Concha, todos los cuales tomaron su parte activa en la después batalla formal que se libró sobre las colinas occidentales de Cúcuta entre los equipos militares de Bolívar y Correa. Las tropas de Pamplona se unieron al Libertador en la mañana del 27 de Febrero de 1813, después de una forzadísima marcha.
A continuación de la escaramuza de San Cayetano, Bolívar se dio a la tarea de revistar sus tropas y como para entonces ya dispusiera del refuerzo pamplonés, que es  de suponerlo llegó ávido de pelear, se encontró convencido de que el segundo golpe que preparaba a Correa en su avance triunfal hacia estos valles, sería definitivo. En efecto, las fuerzas españolas fueron batidas el 28 de Febrero de 1813, después de la tremenda carga a la bayoneta que ordenó Bolívar en el recurso de desesperación y cuando ya se habían acabado las municiones de fusilería.    
De la actuación del teniente Concha en ese combate habla de la relación del capitán Ramírez, así: “El teniente ciudadano José Concha dio unas pruebas nada equivocas de su valor y al concluirse la acción, llegando a la plaza, le hirieron en una muñeca, pero aunque se le quebró el hueso, no parece tener riesgo”. Qué siguió en la ciudad después y que acaso explica la causa de la herida que sufriera Concha en el término de la batalla, nos lo dice el parte de Bolívar en que da cuenta de que “Los comerciantes y mercaderes huyeron en el momento mismo que entraban mis tropas en esta Villa, dejando sus almacenes y tiendas abiertos. Los vecinos que andaban por las calles y los que desde sus casas observaban la proporción de aprovecharse sin riesgos de los intereses de sus opresores, fueron los primeros en tomar cuanto pudieron.
Diseminados mis soldados por las calles persiguiendo a los enemigos fugitivos, encontraban tiendas y casa abiertas ya comenzadas a robar y era muy difícil, por no decir imposible, impedir que cogiesen cuanto se les presentaba a las manos”. Por otra parte, el mismo Libertador también coloca en sitio de distinción al teniente Concha junto con sus compañeros José Félix Ribas, jefe de la vanguardia, el capitán Vigil, comandante de la retaguardia, el mayor Juan Salvador de Narváez, el capitán Pedro Guillin, el ayudante Ribón, el capitán Félix Uzcátegui y el capitán Lino María Ramírez que era el comandante de las tropas de Pamplona.
El ejército Libertador, por carencia entonces en Cúcuta de una casa de capacidad, acampó en la plaza llamada El Cují. Aquí planeó el Libertador, podría decirse, la campaña emancipadora de su patria, pues él tenía toda la esperanza en su ejército compuesto de cundinamarqueses, cartageneros, momposinos, tunjanos, socorranos, pamploneses, cucuteños y rosarienses  entre los cuales se encontraba Concha.
Las altas capacidades de Concha, su valor heroico, sus aptitudes de organizador, la confianza que inspiraba a sus jefes, lo hacen ascender rápidamente en la carrera militar, señalando cada uno de sus grados por un combate, hasta quedar al frente del famoso batallón de la Unión, en donde se han congregado los restos del ejército Libertador de Venezuela, que al mando de Bolívar triunfó, sucumbió y se cubrió de Gloria; a órdenes de Concha pelean al lado de soldados de todas las provincias de la Unión.
También vemos a Concha en el célebre combate de Cachirí, a la cabeza del quinto batallón de la Unión, soldados estos que se hallaban muy acostumbrados a oír de cerca la voz de mando de Bolívar; pero su sucesor comprendía su gran responsabilidad ante esos valerosos que se la habían confiado  y así haciendo alarde de su pericia y de la heroicidad de su raza, en las desgraciadas alturas estuvo resistiendo con temeridad bajo las ordenes de García Rovira y Santander, sin desmerecer en un punto la fama de que se había rodeado en la plaza de Cúcuta.
Ya para iniciar la peligrosa campaña de reconquista venezolana, en el alto Apure recibe la distinción del jefe bajo cuya dirección iría a combatir, es decir, a Concha se le asciende a jefe del Estado Mayor del ejército, cargo con el cual se bate brillantemente a lo largo y ancho de las tierras bajo de la dominación española que tenían las fuerzas comandadas por Morillo y la Torre.
El valiente rosariense dejo sentado el renombre de que se vieron coronados los hombres más distinguidos que asistieron a esa campaña; nunca se le vio vacilar en los trances de peligro ni se detuvo a pensar en que su vida iría a quedar por allá cuando se le entregaba el cumplimiento de una comisión arriesgadísimas ante el enemigo. Nunca dijo no a una voz de mando ni tardo su cumplimiento. Por eso sus jefes lo destacan como el oficial mayormente disciplinado. Por eso hizo constar el general en jefe: “lo conocí desde 1816 y es de mi deber que siempre fue un jefe muy gallardo, muy leal y muy disciplinado; el coronel Concha dejo su nombre bien puesto y era sumamente estimado de todos sus compañeros de armas”.
Con esta hoja de servicios, después de la campaña de Venezuela, lo vemos regresar con las tropas de Santander nuevamente hacia los llanos a preparar el ejército que más tarde se cubrió de gloria en Boyacá. El Libertador, que tantas muestras dio del profundo conocimiento de los hombres que lo acompañaron, cuando emprendió la jornada de la Nueva Granada le deja en Casanare como gobernador y comandante general.
Posteriormente el coronel Concha recibe la orden de trasladarse a Ibagué con las instrucciones de levantar un batallón para que se le enfrentase al general Calzada que dominaba en el Cauca.
Todos los esfuerzos realizados por el general Concha reciben ahora el estímulo del Libertador; con fecha 11 de Marzo de 1820 crea éste la jefatura civil y militar de la provincia del Cauca y le asigna como capital la ciudad de Cali, e igualmente designa para su comandante a quien tantos servicios estaba prestando a la salud de la patria en el mismo territorio, que todavía estaba en poder de Calzada. El nombramiento que se había hecho en el coronel José Concha, al erigir el Libertador la nueva provincia, fue de la mayor importancia, porque este jefe inteligente, valeroso y activo, puso en orden las guerrillas patriotas, que obraban sin plan ni arreglo, causando a veces  bastante daño a los pueblos y aún a la misma causa, que desacreditaba con sus desordenes. Por consiguiente, fueron las singulares virtudes de talento, de que en repetidas ocasiones había dado muestra el coronel Concha, las que tuvo en cuenta el Libertador para confiarle el mando de una provincia infestada por los españoles y cuya reorganización era preciso acometer. El reunía las dotes del militar pundonoroso, del mandatario inteligente, acertado y organizador, cualidades que tanto reclamaban esas circunstancias. Concha era un hombre sereno y aplomado, en quien no se ven arranques, ni entusiasmos, ni brotes de la imaginación. Tras la coraza del hombre de guerra, hay un corazón virgen, pronto a la emoción, desbordante de amor y de ternura. El corazón y la cabeza marchan en perfecta armonía, los arranques del sentimiento no enturbian ni desvían el pensamiento del jefe, del conductor de pueblos; la calma en la acción, la serenidad del espíritu, la frialdad de las resoluciones no han mellado ni debilitado, ni abatido el vuelo de la fantasía, ni las delicadezas del sentimiento, ni los desbordes generosos. Concha es un hombre equilibrado, un hombre práctico y también un hombre de corazón; en medio de la formalidad, entre lo serio y austero de su carácter, asoman ligerezas y donaires, trasciende el gusto del picante, se oye el rumor de una sonrisa mesurada se perciben chispazos, como trozos azules que interrumpen la uniformidad de un cielo nebuloso o sombrío.
La plaza de Cúcuta, de parte de los bolivianos se hallaba ocupada por el coronel Cruz Carrillo y en momentos de resolución, tal vez un tanto aventurada, en compañía del general Pedro Fortoul, dirige sus tropas a un asalto con el ánimo de apoderarse de la ciudad de Cúcuta, donde en 1813 había principiado a escribir la más bella página de su vida. Y Concha hubiera salid victorioso como en tantas otras ocasiones, si no media la traición. Y como resultado de ésta, en medio de un derroche de valor y de audacia, cae para siempre el coronel José Concha, junto con su intrépido hijo, Vicente Concha Maldonado en una de las calles del caserío de San Luis el 2 de Noviembre de 1830, en horas de la noche y siendo sepultado al día siguiente.

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