El hombre que encarna a Bolívar es poeta, teatrero y profesor en Villa del Rosario



“¿En qué me parezco a Bolívar? En su mismo espíritu revolucionario, en su sueño unificador, en su amor por la vida y en la admiración por Manuelita Sáenz”.
No se llama Simón, ni nació el 24 de julio, ni libertó cinco naciones, ni es venezolano, pero encarnó a Bolívar el 28 de febrero, el día que se cumplieron 200 años de la batalla de Cúcuta. 

No se disfraza. Su vestido lo ha venido puliendo con detalles para que cada día se parezca más al del Libertador. El cucuteño Miguel  Ángel Rodríguez Gutiérrez es un convencido de que el teatro se debe usar como herramienta pedagógica y ha logrado ingresar a las aulas con miles de rostros para que los estudiantes asimilen más la historia.

No quiere posar de payaso. Cada paso que da lo hace con convicción. Estudia las distintas facetas y se sumerge en esa caracterización.

Simón Bolívar lo ha catapultado entre la población estudiantil. No es la primera vez que se pone las botas con espuelas, ni el pantalón blanco, ni las charreteras, ni  la casaca con las insignias y laureles. Desde hace ocho años se ajusta la capa y levanta la espada, en señal de victoria. 

La vida del Libertador lo cautivó desde que la contó con tanto ahínco  la profesora Rosa (de cuyo apellido no pudo acordarse) cuando cursaba primaria en el Liceo Simón Bolívar.

Llegó ilusionado a casa. Se miró al espejo comparó sus entradas de la frente, la larga nariz y las grandes orejas con un retrato de Bolívar.  Sacó el metro y constató que sólo era dos centímetros más alto que Bolívar: 1,65 metros. Su revoltoso cabello lo encaja de tal manera que logra darle el volumen suficiente para que las postizas patillas no rechinen en su rostro. Él mismo se retoca y se acomoda el alto cuello cuando le toca actuar.

Ese día buscó enciclopedias. Leyó, investigó y se interesó  aún  más por  Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco. Ese “fantasma”  lo ha rondado en   la secundaria, que estudió en dos colegios: Sagrado Corazón y Gran Colombiano, y también en las tablas  donde ha hecho teatro desde los 12 años y en el Seminario Mayor, donde declinó a ser sacerdote al tercer año.

Su mamá Ismenia Gutiérrez, sus hermanas María del Pilar, Luz Enith, Elizabeth y sus cinco sobrinos lo secundan en cada escenificación porque además de encarnar a Bolívar, Miguel Ángel también se inviste de Antonio Nariño, de San Francisco de Asís y demás personajes que exija la cátedra. 
  
En la Universidad Francisco de Paula Santander se licenció  en educación básica con énfasis en  artística y en la Universidad Antonio Nariño dicta, hoy en día, cátedra  de teatro  y en el municipio de Villa del Rosario actúa  como formador de teatro. 

En Bogotá, donde pasó nueve largos años, adquirió parte de la indumentaria de quien fuera proclamado presidente de la República en diciembre de 1821 por el Congreso que se reunió en Cúcuta. La espada la compró en el mercado de las pulgas de San Victorino,  las botas número 38 se  las obsequiaron,  aunque le quedan apretadas, así se las calza. El pantalón ha sufrido una metamorfosis: primero era una lycra blanca, después  diseñó uno a la usanza andaluza y el de ahora lo fabricó  a la medida de la época republicana.

Recita, al pie de la letra, un monólogo de Simón Bolívar  que le ha permitido un periplo por los colegios. Y responde cuando se le pregunta ¿en qué se parece a Bolívar?:  “En su mismo espíritu revolucionario, en su sueño unificador, en su amor por la vida y en la admiración por Manuelita Sáenz”.

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