“Es posible declarar al Táchira Puerto Libre”



El sueño para los pobladores de Ureña y San Antonio, está en la Zona de Integración Fronteriza.
 
Para el profesor universitario, Feijoo Colomine, “estamos convencidos que para avanzar en la construcción de la confianza y de una plataforma sólida que estabilice y fortalezca las relaciones binacionales, es esencial tener una política de fronteras que se traduzca en el establecimiento de acuerdos bilaterales que permitan el desarrollo en paz de esa vasta región común”.
 
Considera que: “Lo que no podemos hacer es mantenernos de espaldas a este asunto y permitir que una dinámica inercial nos vaya imponiendo una realidad adversa, que compromete nuestra soberanía y la seguridad de la nación, para que ello sea posible, es indispensable disponer de una norma programática integral que rija la gestión del estado Táchira en esta materia”.

En ese sentido, afirma Colomine, es fundamental la aprobación de la Ley Orgánica de Fronteras, “de conformidad con el artículo 15 de nuestra Constitución con ese propósito, gestión a ser emprendida desde el Táchira, por ser escenario de una de las fronteras más activas de Suramérica”.
 
—Las relaciones con Colombia deben ubicarse en una perspectiva geoestratégica más allá de lo coyuntural. Eso requiere de la instrumentación de políticas de estado que pongan el énfasis en la cooperación, que tengan como hilo conductor la búsqueda de la integración de nuestros pueblos, en un propósito común de lograr el bienestar colectivo, la convivencia pacífica, la justicia y el respeto a los derechos humanos-, destacó.
 
Recomposición de relaciones
 
Estima el experto en asuntos fronterizos que: “es bajo esta orientación que proponemos avanzar en un proceso de recomposición de las relaciones, tomando como línea estratégica la construcción de la confianza mutua, que disminuya el efecto pernicioso del capitalismo depredador, representado por mafias fronterizas”.
 
—En Venezuela y Colombia se ha gestado desde los años 80, un crecimiento desmesurado de las transacciones bilaterales no registradas, a causa del narcotráfico y colateralmente otros circuitos económicos informales, tales como combustible, gas, precursores químicos, vehículos, tabaco, licores, perfumes, bisutería, electrodomésticos, juegos electrónicos y computadoras-, afirmó.
 
Dijo que, en otro sentido, en la frontera común, tiene lugar un intenso comercio formal no registrado, a través del cual fluyen alimentos, medicinas, ropa, calzado y artículos de cuero, vehículos, repuestos de vehículos, materias primas y servicios de transporte interfronterizo, realizado por miles de compradores venezolanos y colombianos que aprovechando ventajas comparativas derivadas del cambio de monedas, “escasos controles aduaneros y lasitud en la represión del contrabando, configuran un formidable escenario de transacciones binacionales no registradas”.
 
No es que sea una incidencia nueva; de hecho las economías venezolana y colombiana, constituyen un modelo típico en Suramérica, que cuenta con un comercio internacional informal e ilegal que escapa al registro oficial, y de hecho impide definir con precisión la verdadera configuración y tamaño de la balanza de pagos para un determinado año-, afirmó.
 
Según Colomine, durante muchos años, las economías de ambos países se han complementado, tanto en su fachada formal, como en su manifestación “subterránea”.
 
— La zona fronteriza ha sido el escenario más propicio de los intercambios imposibles de registrar y controlar a través de los mecanismos aduaneros y control de exportaciones disponibles a nivel de cada país; podríamos agregar la existencia de una especie de moral compartida tendiente a rechazar o ignorar los componentes clandestinos, que sin duda afectan severamente su desenvolvimiento-, acotó.
 
La nacionalización de mercancía

El catedrático afirma que Colombia desarrolló en los últimos 20 años una estructura legal aduanera que considera “nacionalizados” a cualquier mercancía que trasponga su frontera, instalando de hecho un modelo irregular de absorción de los combustibles y gas doméstico venezolano y de un arsenal de mercancías comprado en Venezuela por ciudadanos colombianos, “bajo la circunstancia del enorme diferencial de precios del mercado venezolano respecto al mercado colombiano”.
 
—Aquí reiteramos la terquedad histórica de no negociar con Colombia acuerdos de complementariedad comercial. Cifras conservadoras estiman en 30.000 barriles diarios de combustible la transferencia ilegal de estos líquidos a través de la frontera, sea para la economía interna o para la subterránea economía del narcotráfico. Es precisamente en la frontera Táchira- Norte de Santander, donde tiene lugar la transferencia irregular de combustible, gas doméstico y lubricantes, con la participación masiva de ciudadanos colombianos y venezolanos-, dijo.
 
Destacó que, con el desarrollo en Venezuela de un modelo económico, en donde los venezolanos acceden a un sistema regulado de precios y costos, “las mercancías del mercado venezolano fluyen hacia Colombia a gran escala, impulsados por un diferencial cambiario fronterizo mercado, de tres monedas; bolívar, dólar americano y peso colombiano, que impone una subvaloración fronteriza del bolívar frente al peso colombiano”.

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