Una Batuta para los niños desplazados



Los niños del coro ensayan para la presentación que tendrán el 12 de octubre, en Villa del Rosario, durante la entrega de los instrumentos musicales por parte de la Cancillería para la conformación de la Banda Binacional. 
La primera vez que Karen escuchó hablar del programa Batuta fue en la biblioteca de su colegio. Bastó una invitación por parte del profesor de música, para que la joven de 13 años decidiera entrar a este programa, pese a no tener  ninguna clase de conocimiento musical.

La flauta y la placa (instrumento similar a la lira), se convirtieron en los instrumentos que la sumergieron en el mundo de las melodías y las notas musicales.
 
La pequeña, que siempre soñó con ser  una gran cantante, en un par de clases aprendió a leer partituras y practicar técnicas vocales.

La media hora de camino que la separa de su casa hasta el centro piloto Camilo Daza, sede de la preorquesta de la fundación Batuta, no ha sido obstáculo para que asista a las tres clases de la semana a practicar con sus demás compañeras de grupo.

La disciplina y la constancia han hecho que explote su talento en el canto, pero esas dos virtudes se encargan de ponerla de mal genio cada vez que no llega a la nota deseada.

“Me da rabia cuando no alcanzó una nota”, dice la pequeña corista luego de practicar algunos ejercicios vocales.

Aunque le gusta cantar pop, deja su afición a este género por un par de horas para interpretar música clásica, bambucos, pasillos, entre otros.

Mientras que Karen prefiere cantar, Diego, de 10 años, se inclina por los instrumentos de percusión.

El estudiante de quinto grado, quien lleva dos años ensayando con Batuta, hace las veces de instructor. El pequeño se encarga de guiar a los nuevos compañeros trasmitiéndoles los conocimientos aprendidos.

“El primer instrumento que toqué fue la flauta”, recordó el pequeño músico, al tocar en la placa Mariposa tecnicolor de Fito Páez, una de las seis canciones que está ensayando en este semestre.
 
Diego, quien también quiere aprender a sacarle notas a la guitarra,  se concentra y sin necesidad de mirar el teclado empieza a  caer en la nota deseada con una facilidad que impresionaría a cualquiera. 

A su lado  se encuentra Ingrid, quien solo lleva dos días asistiendo al programa. La niña de 11, observa minuciosamente los movimientos de su compañero y lo imita pausadamente.

Aunque la estudiante de quinto grado vino con la intención de hacer parte del coro de Batuta, porque le gusta el canto, tendrá que aprender el manejo de los instrumentos,  al igual que sus compañeros.

Todos los niños y jóvenes que hacen parte de Batuta no solo aprenden a tocar placas, flauta, tamboras, maracas, entre otros instrumentos de percusión folclórica y percusión menor, sino que reciben clases en técnica vocal y lenguaje musical.

Por esta razón los estudiantes deben estar atentos y asistir a todas las clases para no quedarse atrás en ninguno de los cinco módulos en los que se divide el taller de formación musical.

Los más disciplinados, y los que son más continuos en los ensayos son premiados con la participación en los diferentes presentaciones que realizan en la ciudad.

Poder tocar un instrumento es un premio que se gana con esfuerzo y dedicación, el niño que es cumplido y atento siempre va a ganarse un puesto en el grupo

“El mayor reconocimiento que ellos pueden recibir es hacer parte de alguna presentación”, señaló Adrian Fernando Peñaranda, instructor de música. Y la mayor recompensa para los instructores, es ver las caras de felicidad y satisfacción de sus alumnos al recibir el reconocimiento del público.

Los aplausos significan,  para los menores, la recompensa a sus largas jornadas de ensayos.

Para el instructor, la tarea de educar a los niños en un tipo de música diferente a la que ellos escuchan en su entorno ha sido un reto.

Por lo que afirma que la clave para que los menores sigan asistiendo a las clases y exploten su talento es soltarles los instrumentos para que se enamoren de ellos.

“Después de que ellos le encuentran el gusto a determinado instrumento ensayan en el tipo de música  que sea y se esfuerzan por tocarla de la mejor manera”, señaló.

Camilo Daza no es el único barrio donde se lleva a cabo este proyecto que inició hace 20 años en Colombia, y que acompaña a la ciudadela de Juan Atalaya desde hace 7 años.

Los Olivos, Brisas de los Molinos y San Judas (Villa del Rosario), son otros de los sectores donde hace presencia. El alto índice de población desplazada en estos lugares hizo que Batuta pusiera sus ojos en ellos para ejecutar su programa.

Cerca de 580 niños y jóvenes en situación de desplazamiento del área metropolitana de Cúcuta hacen parte del pre orquesta de Batuta.

El programa 

La preorquesta de la fundación Batuta es un programa  del departamento para la Prosperidad Social con énfasis en la atención a población desplazada, cuyo fin es la iniciación musical en preorquesta con instrumentos de percusión folclórica, placas y flauta dulce con énfasis en proceso coral y lectoescritura musical. 

Tras un convenio con Ecopetrol desde 2008 y el apoyo del Ministerio de Cultura este año, se fortaleció el programa musical sinfónico para que 150 alumnos puedan continuar con su formación musical con instrumentos tales como violín, viola y contrabajo capacitados en el modelo pedagógico Batuta. 

Con el fin de lograr mayor cobertura, Batuta tiene un plan padrino consistente en que las empresas particulares apoyen la formación de los niños de escasos recursos que desean seguir con su formación,  luego de su paso por la preorquesta.

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