Un cuento para mi pueblo - José Dario Jaimes Díaz

UN CUENTO PARA MI PUEBLO
(Poesía)

Yo quiero a ti contarte mi pueblito,
y recordar los tiempos cuando niño,
correteaba por todas tus callejas,
a las que yo recuerdo con cariño.

Yo quiero a ti contarte mi pueblito,
y recordarles a todos de tu historia,
de tus ilustres hijos, de tus próceres,
tus blasones, tus gestas y tus glorias.

Para ir a la escuela, yo vestía
pantalón de otomana azul y
tirantes de lo mismo, hechos en casa,
camisa de costales de harina, o una franela,
y de calzado mis rotas alpargatas.

Y llegando a la escuela, mi maestra
me enseñaba el perfil y los palotes,
catecismo de Astete, geometría
y la recitada ortografía
(con V, se escribe, válvula, vaca,
Vanagloria, virola, vasija,).

Y si no aprendes nada, pobre niño,
en seguida te aplican cruel castigo,
te arrodillan sobre un poco de maíz,
y en casa mano, te colocan un ladrillo.

Pero mejor te cuento mi pueblito
cosas más agradables…
te hablaré de las fiestas de los toros,
de las llamadas fiestas de calle.

A las cuatro la banda de los músicos,
traía a los toreros en solemne paseo,
saludos al presidente, ovaciones,
y empezaba el toreo.

Toreros: Escobar, Campitos, Serrajillas,
la cuadrilla de bujos, “Buche de tamo”
la suerte blanca en medio de la plaza,
y don Chucho el de las banderillas.

Mientras tanto nosotros los muchachos,
lo pasábamos felices y contentos,
amarrando borrachos a las sillas,
o metiéndonos debajo de los palcos,
para espiar a las ingenuas niñas.

En diciembre por época navideña,
se hacían en las casas, conserva de
lechosa, los buñuelos, los tamales,
y las sabrosas hayacas.

Apuestas de aguinaldo, hasta la misa del niño,
se apostaba, a la pajita en boca,
al mudo, al tiento de espaldas,
al si, y al no, al beso robado,
al que me das, y al que yo no recibo.

Los bailes eran de sociedad, no populares,
contrataban la orquesta, y a bailar,
mazurca, bamba, polka,
pasillo, bote, conga y vals.

Y nosotros pegados a las ventanas,
íbamos a criticar, que aquella parece una jirafa, que no sabe bailar,
que aquel fulano a su pobre pareja,
los pies vino a aplastar,
y el dueño de la fiesta, muy orondo,
a cada instante, a la barra va a brindar,
para que no digan después, al otro día,
que no dio de tomar.

Que más te cuento de mi pueblito lindo,
te hablaré de los juegos infantiles,
de los terribles miedos de los niños.
Jugábamos fútbol, con una pelota de trapo,
al juego de escondite, al ángel bueno,
y al ángel malo, al trompo,
a la coca, al pipiolo, y a
corretear en el juego del venado.

Por las noches, los viejos de la casa,
sentados en la calles, en las aceras,
contaban del espanto de la llorona,
de la mula maniada, de la mano peluda,
y de las ánimas en pena.

Mientras tanto nosotros los muchachos,
fingiéndonos con sueño, para ocultar el miedo,
decíamos que estaba haciendo frio,
para dormir al lado de la abuela.

Que más puedo contarte, te contaré de un niño
que nació en una casa llamada del Altillo,
que al correr de los años llego a ser general,
Presidente, héroe y prócer y derrotó a los reyes,
nos dio la libertad, también nos dio las leyes,
y al llegar al ocaso, de su gloriosa vida,
antes de morir dijo; declaro que nací en
Villa del Rosario,
al que siempre le tuve gran cariño

JOSÉ DARIO JAIMES DÍAZ
Tomado del libro “Tonterías, cuentos y crónicas de un rosariense”

1 Realice Su comentario Aquí:

Ramón dijo...

Villa del Rosario sigue siendo una sociedad llena de riquezas pero llena tambien de exclusiones y de privilegios, que posterga siempre a sus ciudadanos. Donde se gobierna siempre en función de unos cuantos caballeros de industria pero se espera que sólo el pueblo dé la vida por las instituciones, donde falta un orden de prioridades en el cual lo primero sea la educación y la dignificación de la comunidad, donde falta un esfuerzo de cohesión y de equilibrio social que permita aprovechar esas riquezas en función de su propia gente, donde se siente cada vez más dramáticamente la falta de una nueva dirigencia orgullosa y generosa que sepa inscribir al municipio en el mundo sin servilismo y sin simulación, sin las postergaciones de la mentalidad colonial, conociendo el su identidad e idiosincrasia y valorando sus singularidades y su indudable originalidad.