Cierre en San Antonio ¿el peso de las elecciones?


La Clínica San José en Cúcuta era la meta para Astrid Carolina Fabra y Luis Ordoñez. Ella, cargada de bolsas y una maleta negra, tenía urgencia por ir a visitar a uno de sus tíos, quien de un momento a otro sufrió un pre infarto. Él, con un carné que lo certifica como discapacitado, tenía que llegar al centro asistencial a que lo inyectaran de manera rápida.

Aunque entre ellos no se conocen, ambos de esta tierra, tuvieron un mismo obstáculo: el cierre de los puentes internacionales que comunican a Colombia con Venezuela como medida preventiva ante las elecciones de concejales, alcaldes y Gobernador de Norte de Santander.

Don Luis, como lo llamaron las autoridades colombianas que pusieron barricadas y cintas amarillas sobre el puente internacional Simón Bolívar, que comunica a Cúcuta con San Antonio del Táchira tuvo que explicar su situación más de cinco veces para que lo dejaran pasar.

“Tengo que llegar con urgencia a la Clínica San José porque me tienen que inyectar un medicamento para mi problema muscular y de diabetes”, se le escuchó a Luis, quien minutos después logró pasar el puente ante la mirada de muchos que buscaban su misma suerte, pero que no lograron convencer a los Policías encargados del cierre.

“Solo están pasando de manera escalonada mujeres embarazadas y con niños de brazos. No a todos los discapacitados los estamos dejando cruzar”, declaró uno de los uniformados, quien reservó su identidad; ante las peticiones y quejas de la gente, quienes se preguntaban el porqué del precipitado bloqueo, el agente se remitió a decir “nosotros no ponemos las leyes, solo las hacemos cumplir y esta es una medida que se está llevando a cabo en todas los pasos fronterizos”, les dijo el agente a un cúmulo de colombianos y venezolanos que quería pisar suelo nortesantandereano.

“Esto es una violación de los Derechos Humanos porque si las elecciones son mañana (hoy), pues debería cerrar a las 6:00 de la tarde y no a las 4:00 de la mañana cuando todo el mundo tiene que pasar a hacer sus cosas en ambos países. Me tocó dejar el carro tirado pero lo que más me preocupa es que me dejen regresar otra vez por este lado porque o sino me va a tocar meterme por el río, pero con esta pierna mala me caigo”, relató Luis Ordoñez.

Otro panorama se vivía bajo el puente, donde desde arriba no solo se observaba el río Táchira sino las hileras de gente que iba y venía. Esa se convirtió en la otra alternativa de quienes se cansaron de rogar a las autoridades que las dejaran pasar por el conector de cemento.

Y ahí estaba Astrid Carolina Fabra, la de las bolsas y maleta negra, quien embargada por la angustia de saber por la salud de su tío, cruzó la frontera por el río. “Esto es humillante para el pueblo, no tenía ni idea que la frontera estaba cerrada desde tan temprano porque yo en un carro desde San Cristóbal y me fue bien, pero cuando llegué a San Antonio solo me cobraron medio pasaje y me llevé la sorpresa de que el puente está cerrado”, comentó la joven.

Como ella, muchos tuvieron que pagar $1.000 o 5.000 bolívares para pasar por un improvisado puente de madera.

Con unos 4 metros de largo y 80 centímetros de ancho, este conector se quedó pequeño ante el volumen de gente que iba y venía. Otros que no quisieron pagar por pasar o a los que les dio pereza hacer la fila, decidieron quitarse los zapatos y las medias y enfrentarse a las aguas del Táchira, varios se resbalaron con las piedras del lugar y soportaron el olor de las aguas negras que se apoderan del lugar.

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