192 años de la Batalla de Juan Frío


General rosariense Pedro Fortoul

En esta batalla fue fundamental la participación del General Rosariense Pedro Fortoul quien nació en esta Villa el 27 de mayo de 1.780.
Sus padres eran Esteban Fortoul y María Inés Sanchez Osorio y Rangel de Cuellar, hija a su vez de Bernardo Sánchez y Antonia Rangel de Cuellar y primo hermano de Francisco de Paula Santander. Sus abuelos fueron Don Pedro Fortoul, oriundo de Guillestre, Francia, y Nicolasa Antonia De Santander oriunda de San Cristóbal (Venezuela).
Don Pedro Fortoul contrajo matrimonio a los 35 años de edad, en la Villa del Rosario con la dama doña Manuela García Nava, el 28 de Agosto de 1.805.
El 23 de Septiembre de 1819 junto con las tropas a su mando, acompaño al general Carlos Soublette en la batalla que se libró en Juan Frío, la cual sacó definitivamente a los españoles de esta región.
La manera como se desarrollo esta batalla es explicada dos días después por el general Carlos Soublette en parte que le dirige al Libertador Simón Bolívar y que fue escrito en el cuartel general de esta Villa, como lo acota el historiador Rosariense Luís Gabriel Castro en su libro La Capital de la Gran Colombia.
Algunas partes de este contenido son las siguientes: “Organizado el ejército en dos divisiones de vanguardia y retaguardia, compuesta la primera de los batallones Bravo de Páez y Cazadores de Pamplona y un escuadrón de Guías a las órdenes del señor Coronel Carrillo y la segunda, de los batallones Primero de Línea, Boyacá y Tunja, a las del señor Coronel Briceño, me puse en marcha de la ciudad de Pamplona el día 20 y habiendo tomado las más exactas medidas para que el enemigo no supiese mi movimiento, logré llegar el 23 a las Once de la mañana al llano de Juan Frío sin ser descubierto; pero allí cuatro paisanos que enviaba el enemigo de vigías, me vieron y sin embargo que los siguieron se escaparon dos y trajeron el alarma al Rosario.
“Como estos caminos son desfiladeros interminables, tuve que hacer un alto de más de hora y media para reunir la división y cuando ya me preparaba a marchar sobre la Villa, rompió el fuego el enemigo sobre la cabeza de mi columna, casi a quemarropa y abrigado con los bosques de que está cubierto este país. Inmediatamente hice marchar de frente por el camino principal y con guerrillas sobre mi derecha me dirigí al Rosario a paso precipitado, habiendo casi dispersado la fuerza que vino al encuentro y cuando llegó la vanguardia encontró ya la Villa evacuada y que el enemigo aceleradamente había seguido el camino de San Antonio; lo perseguí con la caballería al galope e hice que siguiese toda la columna.
“La retaguardia enemiga fue alcanzada del otro lado del Táchira, pero siguió siempre su movimiento en retirada hasta el pie del Alto de Las Cruces, camino de La Grita, en donde con las cuatro compañías del Tambo y Numancia tomó posiciones para proteger su operación. Conociendo que era infructuoso empeñar una gran fuerza contra una posición tan fácil de defender por su naturaleza, destiné las compañías de cazadores Primera y Segunda del batallón Páez, la de tiradores de los Cazadores de Pamplona, la de Cazadores del batallón de Boyacá y la de Cazadores del batallón de Tunja; el enemigo se defendió con bastante firmeza, pero al cabo de hora y media de un fuego muy sostenido, perdió todos sus puntos y fue a retirarse hasta La Cumbre, perseguido por nuestros cazadores.
“El enemigo dio entonces una carga y empeñó el batallón de Navarra que lo había tenido en reserva; nuestros cazadores que ya habían consumido todas sus municiones, tuvieron que retirarse; el enemigo se alentó y cargó al trote. Auxilié a los cazadores con el batallón de Línea de Nueva Granada y fueron los enemigos nuevamente rechazados y obligados a retirarse hasta La Cumbre. Era ya casi de noche y apenas se divisan los objetos, había consumido más de las dos terceras partes de mis municiones, la tropa estaba sumamente fatigada, después de cuatro horas de fuego por un terreno tan fragoso y de dos días de marcha sin comer y tanto por esto como por no quedarme sin un cartucho, me vi en la necesidad de mandar suspender el fuego en todas partes y volví con el ejército a San Antonio, a donde llegué después de la ocho de la noche y tomé cuarteles.
“Como a las doce de la misma noche recibí el oficio de V. E. del 13, en que se sirve comunicarme su posterior determinación acerca de los movimientos que debe hacer el cuerpo que está a mi cargo y como en el artículo sexto me manda V. E. que a los ocho días de recibido me ponga en marcha a ejecutarlos, no he continuado mis operaciones sobre Latorre, el cual antes de amanecer el día de ayer pasó por Capacho y sin detenerse siguió sobre Táriba.”

Texto cortesía del Licenciado Jesús Gerardo García (Presidente del Centro de Historia e investigaciones de Villa del Rosario)

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