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En los corrillos de calle, a lo largo toda la zona limítrofe entre el Estado Táchira y Norte de Santander, se ha generalizado en los últimos tiempos un comportamiento acomodaticio, miope e hipócrita por parte de quienes recurren a la posición facilista de criticarlo todo sin ton ni son, convencidos de hallarse libres de culpa y de todo contagio político y de que su discurso inane cala y disuade a su oyente en torno a los conflictos económicos y sociales que copan la atención de los periódicos locales y del mundo.
Así, por ejemplo, guardan silencio cómplice ante el gobierno de Uribe a quien se debe el auge inusitado de las autodefensas desde su época como congresista y gobernador de Antioquia, y ante la pantomima de un acuerdo de paz firmado por su gobierno y la AUC en Santa Fe de Ralito, Córdoba, en el 2003, y hacen eco de su política de “Seguridad democrática” que no es más que el embeleco con el que justifica la guerra, mientras privatiza todos los activos de la Nación acatando dócilmente las directrices del F.M. y el BID.
Además tienen el descaro de aplaudir el golpe militar en Honduras y de celebrar la instalación de siete bases militares de los Estados Unidos en nuestro territorio para desvertebrar la lucha de los países de centro y Suramérica, víctimas de la matriz de opinión que generan los medios de comunicación privados al servicio de la oligarquía colombiana.
Denuestan de Chávez, a quien llaman ‘dictador’ –no obstante la evidente tolerancia del mandatario con la cadena de insultos y mendacidades de los medios de comunicación global, de honrar las libertades públicas e individuales y de haber salido airoso en más de media docena de consultas electorales–, a sabiendas de que son ellos, en su reprochable papel de censores impunes quienes más se benefician de sus políticas económicas. De este modo puede uno tropezar con estos gallinazos y sus parientes en las colas de los operadores cambiarios de la frontera, Zoom o Italcambio, beneficiándose de la diferencia cambiaria del dólar negro a través de las remesas familiares (carpetas) u ostentando en los hipermercados de Cúcuta y las cadenas de almacenes unos carros insultantemente atiborrados de mercancía suntuaria después de ‘raspar’ las tarjetas de crédito de CADIVI; o de otra manera, recibiendo en efectivo su importe, después del pago de una comisión entre el 12 y el 20% a los comerciantes, por una compra artificiosa. También es de común ocurrencia verlos en los mercados populares de Pedeval o Mercal de San Antonio del Táchira y San Cristóbal, comprando a bajos costos los productos de la canasta básica camuflados entre la multitud con una gorra de pelotero y lentes de sol para ocultar sin éxito su identidad. Y ni hablar del número de gregarios y poltrones que ritualmente acuden a las estaciones de servicios de gasolina de estas mismas ciudades venezolanas para abastecerse del combustible más barato del mundo, que, luego de sobornar a los efectivos del paso alcabalero o de agache, descargan con la mayor desfachatez a los ojos de todo el mundo en los expendios callejeros de La Parada y Cúcuta garantizándose con su comercio ilegal unas ganancias nada despreciables para el sustento familiar. Y en el caso de los ‘exportadores’ del área, enemigos furibundos del chavismo y de lo que él representa, es cotidiano observar el carrusel de sus exportaciones ficticias (la misma mercancía que sale vuelve a entrar) por los puentes de San Antonio y Ureña, gracias a la complicidad de las autoridades aduaneras, un sector corrupto de la Guardia Nacional de Venezuela y la policía fiscal de Colombia, DIAN.
Con las últimas medidas adoptadas recientemente por el gobierno venezolano (reducción del cupo de las tarjetas de crédito CADIVI y la exclusión de hermanos y la exigencia de la apostilla de casi todos los documentos en el caso de las remesas familiares y los nuevos requisitos para el equipamiento de combustible), a conciencia de que son ciudadanos colombianos y de que están estrangulando una economía que no es la de ellos, lanzan improperios contra Chávez como si tuviera él y no el gobierno colombiano de Álvaro Uribe, la obligación de mantener a esta fronda parasitaria y malagradecida de la frontera.
El gusano más despreciable, sin embargo, lo constituye la clase media arribista venezolana y colombiana de doble nacionalidad que sueña ingenuamente con pertenecer a esa minoría excluyente y tocar con las manos el cielo ajeno del éxito tasando sus logros por los bienes materiales capaz de alcanzar. Clase media que desprecia con toda su alma a sus hermanos de clase no obstante los logros de esa mayoría ignorada que hoy asume un papel protagónico dentro del proceso de trasformación social, por su terror a la pobreza de la que procede y de la cual reniega. Que encuentra en la regulación de las ganancias desmesuradas de las empresas capitalistas por parte del Estado su mayor obstáculo para realizar su quimera, aun cuando se beneficia como dijimos de los dólares preferenciales, los alimentos y el combustible barato que subsidia el gobierno.
Estos granujas, apóstatas de todo lo que toque sus mezquinos intereses y trunque sus sueños de fortuna, que creen que este es un mundo inmutable al servicio de sus miserables apetitos, no logran siquiera vislumbrar por sus dos dedos frente y su esencia reaccionaria que la globalización trae consigo el germen que la reemplazará -quiéranlo o no- como ha sido una constante en el devenir histórico: la lucha de los pueblos de Latinoamérica y de los pueblos del tercer mundo contra las nuevas formas de colonialismo cansados de ser los proveedores de los países imperialistas (Estados Unidos y la Unión Europea) a costa de su miseria, su atraso económico y cultural.
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En los corrillos de calle, a lo largo toda la zona limítrofe entre el Estado Táchira y Norte de Santander, se ha generalizado en los últimos tiempos un comportamiento acomodaticio, miope e hipócrita por parte de quienes recurren a la posición facilista de criticarlo todo sin ton ni son, convencidos de hallarse libres de culpa y de todo contagio político y de que su discurso inane cala y disuade a su oyente en torno a los conflictos económicos y sociales que copan la atención de los periódicos locales y del mundo.
SIGUE
Así, por ejemplo, guardan silencio cómplice ante el gobierno de Uribe a quien se debe el auge inusitado de las autodefensas desde su época como congresista y gobernador de Antioquia, y ante la pantomima de un acuerdo de paz firmado por su gobierno y la AUC en Santa Fe de Ralito, Córdoba, en el 2003, y hacen eco de su política de “Seguridad democrática” que no es más que el embeleco con el que justifica la guerra, mientras privatiza todos los activos de la Nación acatando dócilmente las directrices del F.M. y el BID.
Además tienen el descaro de aplaudir el golpe militar en Honduras y de celebrar la instalación de siete bases militares de los Estados Unidos en nuestro territorio para desvertebrar la lucha de los países de centro y Suramérica, víctimas de la matriz de opinión que generan los medios de comunicación privados al servicio de la oligarquía colombiana.
SIGUE
Denuestan de Chávez, a quien llaman ‘dictador’ –no obstante la evidente tolerancia del mandatario con la cadena de insultos y mendacidades de los medios de comunicación global, de honrar las libertades públicas e individuales y de haber salido airoso en más de media docena de consultas electorales–, a sabiendas de que son ellos, en su reprochable papel de censores impunes quienes más se benefician de sus políticas económicas.
De este modo puede uno tropezar con estos gallinazos y sus parientes en las colas de los operadores cambiarios de la frontera, Zoom o Italcambio, beneficiándose de la diferencia cambiaria del dólar negro a través de las remesas familiares (carpetas) u ostentando en los hipermercados de Cúcuta y las cadenas de almacenes unos carros insultantemente atiborrados de mercancía suntuaria después de ‘raspar’ las tarjetas de crédito de CADIVI; o de otra manera, recibiendo en efectivo su importe, después del pago de una comisión entre el 12 y el 20% a los comerciantes, por una compra artificiosa. También es de común ocurrencia verlos en los mercados populares de Pedeval o Mercal de San Antonio del Táchira y San Cristóbal, comprando a bajos costos los productos de la canasta básica camuflados entre la multitud con una gorra de pelotero y lentes de sol para ocultar sin éxito su identidad. Y ni hablar del número de gregarios y poltrones que ritualmente acuden a las estaciones de servicios de gasolina de estas mismas ciudades venezolanas para abastecerse del combustible más barato del mundo, que, luego de sobornar a los efectivos del paso alcabalero o de agache, descargan con la mayor desfachatez a los ojos de todo el mundo en los expendios callejeros de La Parada y Cúcuta garantizándose con su comercio ilegal unas ganancias nada despreciables para el sustento familiar. Y en el caso de los ‘exportadores’ del área, enemigos furibundos del chavismo y de lo que él representa, es cotidiano observar el carrusel de sus exportaciones ficticias (la misma mercancía que sale vuelve a entrar) por los puentes de San Antonio y Ureña, gracias a la complicidad de las autoridades aduaneras, un sector corrupto de la Guardia Nacional de Venezuela y la policía fiscal de Colombia, DIAN.
SIGUE Y FINALIZA
Con las últimas medidas adoptadas recientemente por el gobierno venezolano (reducción del cupo de las tarjetas de crédito CADIVI y la exclusión de hermanos y la exigencia de la apostilla de casi todos los documentos en el caso de las remesas familiares y los nuevos requisitos para el equipamiento de combustible), a conciencia de que son ciudadanos colombianos y de que están estrangulando una economía que no es la de ellos, lanzan improperios contra Chávez como si tuviera él y no el gobierno colombiano de Álvaro Uribe, la obligación de mantener a esta fronda parasitaria y malagradecida de la frontera.
El gusano más despreciable, sin embargo, lo constituye la clase media arribista venezolana y colombiana de doble nacionalidad que sueña ingenuamente con pertenecer a esa minoría excluyente y tocar con las manos el cielo ajeno del éxito tasando sus logros por los bienes materiales capaz de alcanzar. Clase media que desprecia con toda su alma a sus hermanos de clase no obstante los logros de esa mayoría ignorada que hoy asume un papel protagónico dentro del proceso de trasformación social, por su terror a la pobreza de la que procede y de la cual reniega. Que encuentra en la regulación de las ganancias desmesuradas de las empresas capitalistas por parte del Estado su mayor obstáculo para realizar su quimera, aun cuando se beneficia como dijimos de los dólares preferenciales, los alimentos y el combustible barato que subsidia el gobierno.
Estos granujas, apóstatas de todo lo que toque sus mezquinos intereses y trunque sus sueños de fortuna, que creen que este es un mundo inmutable al servicio de sus miserables apetitos, no logran siquiera vislumbrar por sus dos dedos frente y su esencia reaccionaria que la globalización trae consigo el germen que la reemplazará -quiéranlo o no- como ha sido una constante en el devenir histórico: la lucha de los pueblos de Latinoamérica y de los pueblos del tercer mundo contra las nuevas formas de colonialismo cansados de ser los proveedores de los países imperialistas (Estados Unidos y la Unión Europea) a costa de su miseria, su atraso económico y cultural.
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