Problema ambiental aqueja al Barrio San Gregorio

Por: René Mora Vicuña
rene.mora@laopinion.com.co


‘La guerra del centavo’ desatada entre los mercaditos ambulantes que recorren las calles del barrio San Gregorio (Villa del Rosario) tiene sordos a los habitantes.

Dotados con un rudimentario sistema de audio, compuesto por parlantes deteriorados y un viejo micrófono, rompen la calma de la mañana y el ruido se apodera del sector.“Papa, yuca, plátano”, vocifera un vendedor que se abre paso por la calle 1N, a tiempo que un camión, lleno de frutas y verduras, aparece en la zona advirtiendo a su competencia con la promoción del día.

Frente a frente, estacionados sobre la vía, los hombres de tez morena y brazos curtidos por el sol, persuaden a los vecinos para quedarse con la venta de un kilo de tomate, papa o cebolla.

Los altavoces retumban, el ruido se acentúa y los gritos se confunden como en una discusión en la que el que más fuerte hable, será el ganador.

El desespero se intensifica cuando aparecen otros dos hombres. Uno con megáfono y otro con un talonario para promover una rifa que juega al mediodía. Adicionando un elemento más a un escenario donde los niveles normales de ruido son superados.Lina Cubillos de Cifuentes, educadora retirada, vive con la madre de 80 años y no sabe qué hacer ante la estridencia que debe soportar.“Todos los días es lo mismo. El ruido que hacen con esos parlantes es ensordecedor. Estamos cansados de esta situación. Aquí viven abuelitos que están enfermos y necesitan paz y tranquilidad”, dijo la afectada.


QUEMA DE BASURA

El ruido no es el único problema que aqueja a la comunidad del barrio San Gregorio, en el municipio histórico. El humo que producen la quema de basura, los talleres de aluminio y los chircales, en la parte alta, es otro inconveniente.“Los niños permanecen con tos y los pulmones débiles. La mayoría tiene asma y gripe. Cada vez que encienden el horno (de los talleres y los chircales) hay que cerrar ventanas, guardar la ropa, porque queda negra, y respirar lo menos posible”, afirmó una mujer de 25 años y cabeza de hogar.Las familias que trabajan en los talleres de aluminio aseguraron no tener problemas de salud. Lina Cubillos dijo que en repetidas ocasiones ha conversado con ellos para resolver la situación, pero no ha tenido resultados. “Ellos lo niegan, pero sé que el problema los afecta”.Los quejosos mostraron preocupación por la falta de interés de la Alcaldía para adelantar gestiones al respecto. “Si no hicieron nada con la tala de árboles en el Bosque Popular, no creo que hagan algo aquí”, dijo la educadora.


Tomado de laopinion

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