Por: Luis Gabriel Castro, historiador rosariense
¿Caben acaso mayores títulos de grandeza a otro pueblo de Colombia? Allí estuvo en 1821 la conciencia de los países hispanoamericanos; extraordinarias son las glorias que su nombre blasonan y por eso pídense trofeos que la embellezcan; sobre la frente de la Villa se ve la diadema rutilante fundida en la sangre de sus hijos de alcurnia. Con todo solo se presiente la majestad olímpica que guarda la fama en los paredones del templo histórico y en los jardines de la Quinta Santander.
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