La Bagatela: Aquí nació la Gran Colombia


Por: Francisco Rodríguez Leal 

La Bagatela representa uno de los iconos más relevantes dentro del conjunto de bienes patrimoniales que alberga  el centro histórico de la Villa del Rosario. 

Desde su construcción en 1770 por don Esteban José Fortoul Santander, este bien cultural ha estado signado por hechos históricos trascendentales. 

En el interior de una de sus alcobas, cuando el inmueble era de dos pisos, se escuchó el 27 de mayo de 1780 el llanto de un niño que sería baluarte y héroe en nuestra emancipación del imperio español: Pedro Fortoul Sánchez, primo del General Santander.

En 1795 se relaciona este inmueble como perteneciente al alcalde ordinario de esta Villa, don Juan Ignacio Gutiérrez de Caviedes; y para las sesiones del Congreso Constituyente de 1821, la heroína venezolana, doña María del Carmen Ramírez Arellano Gutiérrez de Caviedes, amiga de la causa libertadora, funge como su propietaria y facilitadora durante las legislaturas del cuerpo soberano.

Previo a la instalación del Congreso Constituyente, fue residencia de tres vicepresidentes: el abogado, periodista y escritor Juan Germán Roscio, el brigadier general Luis Eduardo Azuola y del general Antonio Nariño. Los dos primeros fallecieron durante las tareas preparatorias del Congreso, víctimas, el primero de fiebre pútrida [tifus], y el segundo, de pulmonía, de acuerdo a la certificación de Alain Lemos, archivero nacional del gobierno de República de Colombia, expedida en Bogotá el 20 de junio de 1910. Sus cuerpos, velados en este mismo monumento, reposan en las ruinas de nuestra primera iglesia: la capilla Santa Ana. 

En estos claustros que albergaron a las mentes más esclarecidas de la independencia de la Nueva Granada y de la Capitanía General de Venezuela, se cimentó el ideario civilizatorio republicano, y todos ellos fueron huéspedes ilustres que deambularon por sus pasillos dejando para la posteridad una novedosa concepción estatal, más representativa y opuesta a la opresión individual y a la tiranía vitalicia de las monarquías europeas.

El domingo 6 de mayo de 1821, después de oír  la misa del Espíritu Santo, oficiada por el párroco de San Antonio del Táchira, Lorenzo Santander, y de formalizar en la sacristía de nuestro segundo templo —todavía sin terminar– la instalación del Congreso Constituyente de Villa del Rosario de Cúcuta por parte del precursor Antonio Nariño, quien acompañado de una comitiva se desplazó hasta los aposentos del segundo nivel de esta casa de gobierno, dio inicio a las sesiones que le otorgaron el cuerpo jurídico a la incipiente nación conformada por los departamentos de Venezuela, Cundinamarca y Quito, según había sido aprobado en el Congreso de Angostura en 1819 como el proyecto geopolítico soñado por Francisco de Miranda y materializado por el Libertador para oponerlo como un gran territorio al poderío de las potencias de entonces: España, Inglaterra y Francia.

En este inmueble se dieron cita 57 de los 95 diputados de las 22 provincias e iniciaron los 166 días de sesiones en las que se instituyeron las tres ramas del poder público: ejecutivo, legislativo y judicial; el congreso bicameral; las cortes de justicia y juzgados inferiores y sus atribuciones; se fijó el período presidencial en 4 años; se legisló sobre la libertad de vientre de las esclavas; sobre la extinción de los tributos de indios; el desestanco del aguardiente; sobre la renta del tabaco; sobre empréstitos al extranjero; sobre confiscación, secuestros y repartición de bienes nacionales; papel sellado; libertad de opinión y de pensamiento; los deberes y derechos del ciudadano; la inviolabilidad del domicilio; la presunción de inocencia; la abolición de los títulos de honor que otorgaba la corona española y la prohibición al Congreso de conceder otros similares; la división del territorio en departamentos, provincias, cantones y parroquias; sobre reducción del derecho  de alcabala; uniformidad de pesos y medidas; se decretó la impresión de la Constitución y la prohibición de imprimirla a los particulares; se designó en la sesión del 7 de septiembre como presidente de Colombia a Bolívar y a Santander como vicepresidente, quienes se posesionaron de sus cargos el 3 de octubre; se delegaron las funciones presidenciales a Santander mientras Bolívar proseguiría cosechando triunfos en la campaña libertadora del Sur; se otorgó el escudo de armas y se adoptó el pabellón tricolor izado por Francisco de Miranda después de su desembarco en Coro, departamento de Venezuela, el cual mantienen entre sus símbolos patrios las tres naciones con pequeñas variantes, entre otras normas.

En el ámbito del salón legislativo se escuchó la famosa alocución de Bolívar: «Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque este emana de la guerra, aquel emana de las leyes. Cambiadme, señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.» Y a continuación, el más ilustre de los rosarienses, Francisco de Paula Santander, expresó en su intervención: « Dichoso yo si al dar cuenta a la Representación Nacional  en el próximo congreso, puedo decirle: he cumplido con la voluntad del pueblo: la Nación ha sido libre bajo el impero de la Constitución, y tan solo yo he sido esclavo de Colombia.»

Como sede del Palacio de Gobierno fue durante 5 meses y 8 días capital de la Gran Colombia: desde el 6 de mayo hasta el 14 de octubre de 1821 cuando se levantan las sesiones del Congreso y se decide el traslado provisional de la capital a Santa Fe de Bogotá después de acaloradas discusiones debido a las aspiraciones de los distintos congresistas; pues, unos como Vicente Azuero propusieron que la capital siguiera siendo Villa del Rosario; Joaquín Borrero postuló que fuera Bogotá; Domingo Briceño que fuera Mérida; el obispo Laso de la Vega clamó por Pamplona; José Ignacio de Márquez por Tunja; José Antonio Yanes que fuera Cúcuta. Y finalmente se impuso la proposición por Santa Fe de Bogotá. 

Para fundamentar los hechos del Congreso constituyente el Libertador solicitó la imprenta de Santo Tomás de Angostura, pero debido a las dificultades del traslado desde  Maracaibo adonde llegó demasiado tarde, el vicepresidente Antonio Nariño apremió el traslado de la imprenta real de Bruno Espinoza de los Monteros desde Santa Fe de Bogotá, que arribó después de un mes de camino a lomo de mula, y en la que se imprimieron los ejemplares de la Constitución de la Villa del Rosario de Cúcuta y 12 números de la Gaceta de Colombia; convirtiéndose por estos antecedentes este bien de interés cultural en el sitio en donde se editó el primer periódico oficial de la República y cuna del periodismo en el departamento Norte de Santander.

Luego de los fastos del Congreso el inmueble funcionó como escuela de señoritas bajo la dirección de la profesora Josefa Fernández de Reyes, hasta el miércoles 18 de mayo de 1875 cuando un fenómeno telúrico de grandes proporciones pulverizó las edificaciones desde Cúcuta hasta San Cristóbal en medio de la desolación de todos los sobrevivientes por las incalculables pérdidas materiales y humanas.

El nombre «La Bagatela» que recibe este palacio de gobierno y solio presidencial, ocurrió después del fatídico terremoto cuando se reconstruyó hace casi 150 años en la forma que hoy se le conoce: una casa de estilo colonial de dos aguas y corredores interiores, techo de caña brava y teja española, con sus muros encofrados en adobe sin cocer. Y al que un tendero le puso el nombre en memoria del periódico que editara en Bogotá entre 1811 y 1812 el prócer Antonio Nariño en defensa de su ideario centralista opuesto al federalista, y al que llamó con su ironía y su sarcasmo particular: La Bagatela.

Durante mucho tiempo este monumento emblemático de la República fue ignorado por el gobierno central, no obstante haber sido declarado patrimonio de la Nación por la Ley 95 de 1959, y continúo siendo explotado comercialmente por iniciativa privada; hasta que en 1971 con ocasión del sesquicentenario del Congreso de 1821 el inmueble fue comprado por el gobierno a su propietaria, doña Bertha Castiblanco de Chacón, declarándolo monumento nacional por medio del decreto 102 del 27 de enero de 1971. Desde esta fecha la Sociedad de Arquitectos de Norte de Santander se encargó de su conservación, y en 1991y durante un lustro el Banco Popular  montó en su interior el Museo Arqueológico La Bagatela.

En 1998 la antigua casa de gobierno es dada en comodato por el Instituto Nacional de Vías (Invías) y Monumentos Nacionales  al municipio de Villa del Rosario para su cuidado y sostenibilidad, y desde entonces se mantuvo con este carácter como galería de exposiciones de artes plásticas, biblioteca, museos itinerantes, danzas y escuelas-talleres de formación, entre otras actividades.

En el año 2019 por acuerdo municipal se creó el «Museo Casa La Bagatela» como museo monográfico que recoge la explicación exclusivamente del monumento histórico, pues en sus intramuros no existe una exposición permanente alegórica de aquellos acontecimientos que le dieron la razón de ser a este singular bien patrimonial que permita posicionarlo en la memoria colectiva a través de las  imágenes de los actores de los hechos de la república ni la réplica de los distintos elementos que evoquen aquellos sucesos que hacen a Villa del Rosario única y primigenia en el concierto de países que integraron la Gran Colombia, y que imponen a esas mismas naciones nacidas en su seno: Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, mencionar sus orígenes republicanos en la Villa del Rosario y a este monumento nacional como el precedente histórico y vinculante de sus génesis.

Para redención de nuestro alodio monumental rosariense, la Ley 2270 del 23 de septiembre de 2022 acaba de reconocer a Villa del Rosario como Patrimonio Cultural de la Nación incluyendo en el Plan Especial de Manejo y Protección todos aquellos bienes de interés cultural del municipio que serán restaurados y reconstruidos dentro de la concepción arquitectónica de la época, entre otros, la reconstrucción del segundo piso del museo nacional La Bagatela.

Reivindicando así para la memoria histórica este referente de nuestro pasado glorioso, y haciendo del monumento nacional La Bagatela el más importante legado del período de la República como le corresponde. 

Villa del Rosario, 29 de noviembre de2022.

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