Cúcuta, bajo la zozobra de una Venezuela en crisis


En los puentes internacionales durante el día se presentan rigurosas requisas y los colombianos que van a comprar a Venezuela solo pueden pasar un solo producto. En las noches, y desde hace seis meses, los puentes son cerrados por la guardia. El contraste es que hay cerca de 250 trochas por las que pasa el gran contrabando.

Las campanas de la iglesia San Pedro Apóstol de La Parada parecen tocadas por un niño, están descontroladas. Hacen ruido. Suenan con una melodía que no existe y que retumba en las cuatro cuadras de este vecindario. En medio de la replica de campanas, el padre Jaime Blanco dice que no quiere entrevistas y comienza a caminar hacia la casa cural. Lo sigo.

De banda sonora suena un campanazo y otro campanazo ensordecedor mientras el padre insiste en que no quiere entrevistas. Más tarde me dirá que él supuso que la entrevista sería en la mitad de la calle con luces y cámaras y que esas no le gustan. Por eso, sentado en la sala de su casa, accede a contarme, lo que él llama, su punto de vista. Le pregunto que si tiene miedo y me corrige: “zozobra”. Sin más. Y se explica midiendo una a una sus palabras: “La zona fronteriza concentra la mayoría de problemas sociales, esta es zona de contrabando. Se mueve mucho dinero. Aparece la violencia, la droga. Aquí no hay inversión de nada. Compramos el agua, no hay agua potable, no hay escenarios deportivos, no hay parques, no hay alcantarillado. Aquí, sálvese quien pueda. Se le debe dar una mayor atención a esta zona no solo en el tema de la seguridad, sino social”.

La Parada es un corregimiento del municipio de Villa del Rosario, ubicado a 30 minutos de Cúcuta, en Norte de Santander. Según las mismas autoridades locales, la zona es manejada por el clan Úsuga, por ser un lugar estratégico con Venezuela. La Parada más que un vecindario es un depósito, una bodega, una tienda. La Parada no son más que tres calles principales y muchos callejones. Son cientos de motos. Cuentan que cuando viene un cargamento grande de contrabando, las motos se comunican con pitos, en clave.

El padre Jaime dice que quiere que conozca la escuela. Se entristece al contar que solo en la jornada de la tarde estudian 700 niños en un hacinamiento reprochable. En la escuela nadie abre. Muestra las calles deterioradas, vuelve a explicar que el agua la compran por botellas y que no hay parques. Vuelven a sonar las campanas que ahora le compiten a una canción de Diomedes Díaz que suena a todo volumen. El padre me acompaña hasta el puente internacional Simón Bolívar, a dos cuadras de su iglesia, en un breve recorrido en donde se ven bodegas y tiendas llenas de mercados que hay que esquivar para poder pasar y ahí le vuelvo a preguntar si tiene miedo y dice: “ya le dije, no es tanto miedo, aquí tengo una relación buena con todos, lo que hay es zozobra”.

Ya en el puente internacional, veo venir a una mujer, de unos 50 años, del lado venezolano con una bolsa negra que se mece en su mano derecha. Valga decir que así como ella, hay cientos de personas que cruzan con pequeñas bolsitas negras. Ella, la mujer de falda ancha y tez morena, camina con la mirada al suelo y con afán. Por eso, no advierte que me le atravieso en el camino y nos chocamos.

Entonces, le pregunto tratando de acercármele, y luego me doy cuenta de que me faltó tacto: ¿qué traes en esa bolsa?. Esa no era una pregunta cualquiera. No aquí. Pareció más un rafagazo. La mujer se detiene, me mira a los ojos, se le descubre un rostro bañado en sudor y responde casi al borde del llanto: “perdone, perdone, solo es un frasco vacío, se lo juro, solo es un frasco vacío y un tarrito de mantequilla que compré a la salida de mi trabajo. No es más, entiéndame, yo trabajo allá”. Y desaparece.

Un par de días después le pregunto al alcalde Cúcuta, Donamaris Ramírez, por qué la gente tiene miedo. A lo que él respondió: “Que se queden comprando mejor en Cúcuta porque les sale más costoso ir allá. ¡Que se queden comprando colombiano!”.

La explicación

Desde agosto de 2014, el gobierno de Venezuela anunció el cierre de frontera. Eso significa que todos los días a las 10 de la noche los puentes internacionales Francisco de Paula Santander y Simón Bolívar son cerrados por la guardia venezolana hasta la cinco de la mañana del siguiente día. También desde entonces, pasar por la guardia con una bolsa de harina, por ejemplo, es contrabando. Y dicen, quienes cruzan a diario, que no solo te la decomisan, sino también que puedes ir preso porque estas violando la seguridad nacional. 

En contraste, por el río Táchira el intercambio no para y los hombres, que parecen hormiguitas, cruzan presurosos con cajas amarradas a sus espaldas.
Wilfredo Cañizares, director de la Fundación Progresar en Norte de Santander, explica que el contraste es amargo ya que cierran las fronteras después de las 10 de la noche y a esa hora se activan las trochas de contrabando, del gran contrabando. “Al señor que va por el puente Simón Bolívar, que se gana 50.000 pesos se los quitan y lo pueden meter preso. Lo que hicieron fue cerrar los puentes internacionales, pero las rutas del contrabando siguen abiertas y por una sola trocha pueden salir cada hora 100 camiones”.
Insiste en que la medida de cerrar los puentes es “sana”, pero hace hincapié en que muchos cucuteños no se mueren de hambre porque acceden a la canasta familiar venezolana. “Aquí hay gente que se gana 20.000 pesos y con eso va y compra un mercado para una semana en Venezuela. Cúcuta come en Venezuela”.

El alcalde Donamaris aunque dice que hay que hacer claridad en que una cosa es el intercambio fronterizo y otra el contrabando, es contundente en señalar en que no es el momento para que los cucuteños desocupen unas neveras ajenas que están vacías.
Para el mandatario, la solución del contrabando es que los cucuteños no compren en Venezuela. “Yo acepto que vayan y compren para su familia y que traigan. Pero hoy Venezuela se quedó sin nada que vender y lo poco que tienen es injusto que se venga para Colombia para venderlo aquí”.

De acuerdo con los reportes de la Policía en toda la frontera entre Colombia y Venezuela hay cerca de 250 trochas, muchas de ellas, están en el área rural de Cúcuta, una de las más famosas es la de Los Peracos. Si eso está claro, y lo dicen todas las autoridades locales civiles y policiales, ¿por qué no hacen nada para cerrarlas?

“El gobierno venezolano debe tener más cuidado con sus fuerzas militares porque algunos de ellos, no digo todos, también están en el negocio del contrabando y se alían con estructuras criminales de Colombia para sacar los pocos productos que les quedan”.

El alcalde cucuteño mantiene la esperanza que cuando Venezuela resuelva sus problemas internos, Cúcuta se convierta en la fuente natural de los venezolanos para recuperarse. Cuenta, además, que para eso la ciudad se está preparando desde todos los frentes por lo que su administración ha invertido cerca de $2 billones no sólo en infraestructura, sino también en una decidida intervención social.

Freno a delincuencia

Por último, señala el alcalde que con la crisis venezolana, la migración ha sido compleja. “Nos preocupa la llegada de delincuencia común de Venezuela. Venezuela no está exportando productos, pero las bandas venezolanas de delincuentes sí están llegando a la ciudad, se están viniendo para Cúcuta”, revela.

Según el comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, coronel Jaime Alberto Barrera, la capital de norte de Santander es la ciudad del país con menos homicidios por cada 100.000 habitantes. Y dice que en lo que va corrido del año han ocurrido ocho homicidios.

Señala el oficial que el desafío se concentra en combatir las estructuras de las bandas ilegales que ven a Cúcuta no solo un corredor para el contrabando sino también de narcotráfico y recordó que en la frontera hay innumerables pasos no autorizados. “La frontera con Venezuela es un pequeño caño que lo puede pasar cualquier vehículo y esto dificulta el control del contrabando. Frente a esto se creó un dispositivo bilateral con un general de la guardia venezolana y se está haciendo un trabajo articulado para el control de las trochas. Tenemos muy buena relación con la guardia venezolana, de hecho cuando hay cierre de fronteras trabajamos en conjunto”.

Frente a la seguridad de Cúcuta, indicó que su dolor de cabeza diario es el hurto a motos e insiste en que todo lo que pase en Venezuela los afecta. “No tenemos una cifra alarmante de delitos de venezolanos. Ahora tenemos 4.500 presos en la cárcel de Cúcuta y de estos, 95 son venezolanos. En el momento en que haya una situación más critica, nos va a afectar directamente, por eso estamos previendo un refuerzo. Nos estamos alistando. Si las cosas se agravan en Venezuela vamos a estar preparados por si se incrementa el delito”, dijo.

Dentro de las estrategias que están implementando, explicó el oficial, está el acercamiento con la guardia venezolana “porque los delincuentes lo primero que hacen es huir hacia Venezuela y refugiarse”.

José Miguel González, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cúcuta, dice que el resultado de la crisis en Venezuela es que hoy Cúcuta es menos dependiente de lo que pase en Caracas. “Los choques que nos llegan no son tan altos como nos llegaban antes... el mercado de Venezuela representaba el 90% de las exportaciones, hoy no pasa más del 20% y ya es el tercer destino de exportación. La economía se ha ido adaptando a esa realidad. Creo que somos menos vulnerables a lo que pueda pasar con Venezuela, pero nos sigue afectando. Nos preocupa toda la gente que pueda llegar de allá buscando trabajo en las calles”.

Destacó que se están haciendo inversiones importantes en sectores como el de la construcción, el automotriz, la salud y el energético. Y subraya que el sector comercial, la industria de la cerámica y de la arcilla han sido sumamente vulnerables.

Recordó que el año pasado el gobierno estableció un régimen especial de zonas francas donde bajaron los requisitos de inversión y de generación de empleo para que se puedan hacer nuevas inversiones y gracias a eso ya hay varias en camino. Indicó que en el 2013 se implementaron unas líneas especiales de Bancoldex, se adelantaron recursos de vigencias futuras en materia de infraestructura, se apoyó la vivienda de interés social y se cerró el cierre financiero del acueducto metropolitano.

Mientras las obras de la frontera se concretan, en La Parada los niños siguen hacinados estudiando bajo los 35 grados centígrados de un día cualquiera. Y el padre Jaime, sigue comprando el agua en botella.

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