Es una impropiedad hablar del Congreso de Cúcuta cuando en ese territorio jamás se celebró congreso alguno, y menos el de 1821.
El Congreso que le dio vida jurídica a Colombia (el término Gran Colombia se acuñó también después de la disolución de la gran nación en 1830 para diferenciarla del que tomó después la Nueva Granada) se realizó en Villa del Rosario. Su instalación se hizo en la sacristía del antiguo templo que derrumbó el terremoto, y las sesiones siguientes, en la vivienda de dos pisos conocida ahora como La Bagatela, nombre dado en honor al precursor Antonio Nariño que vivió allí, donde fueron ungidos Bolívar y Santander como presidente y vicepresidente, respectivamente.
Este error histórico se le atribuye a los historiadores capitalinos de Colombia y Venezuela, exponentes fieles del centralismo, quienes tergiversaron los hechos por desconocimiento de la geografía de la provincia y de nuestra misma historia regional incurriendo en esta imprecisión de atribuirle a Cúcuta los acontecimientos históricos que tuvieron lugar en Villa del Rosario y que se hace necesario corregir como parte de nuestro rescate patrimonial, máxime cuando existen hoy imágenes satelitales minuciosas de todo el territorio nacional y los documentos que acreditan la existencia jurídica de nuestro municipio como Villa desde 1782. ‘A Dios lo que es de Dios, y a Villa del Rosario lo que es de Villa del Rosario’.
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Terminamos siempre como un círculo vicioso, donde comenzamos, quejándonos de que no somos Venezuela, pero tampoco somos cúcuta, que somos un municipio de habitantes desconsiderados y cuyo pensamiento avergonzaría al mismo Santander o Fortoul, agradezco a quien percata los detalles en este tipo de noticias, pero a nuestro municipio se le empezará a conocer y a especificar en las guías turísticas promocionales del país, cuando este fomente las rutas de visita y exploración a un Juan Frío sin presencia paramilitar y con la magia de las uvas, las cosechas y las cachamas de esa zona; Villa del Rosario brillará con su nombre cuando sus propios habitantes y líderes empiecen a cuidar mas las únicas pruebas vivientes de la historia de la que algunos se jactan, entiéndase la estación del ferrocarril, la casa de la cultura o la acertada decisión de talleres artísticos en la Bagatela, que la misión sea unirnos y el resultado permita que una Villa del Rosario que vale la pena conocer, la que queremos los rosarienses, brille en portada nacional con nombre propio.
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